
Se trataba de una abuela errante. Quizá eso podría disculparla. Extendía su ingenioso artilugio, sin aspavientos, diligente. En segundos se hacía con su motín diario. Los euros arrojados a la suerte, en aquella grandiosa Fontana de Trevi.
Patricia Delgado
I
Ella lanzó la moneda con rabia, no por pedir un amor, sino por olvidar uno que la desdibujó. La Fontana brilló, indiferente. Roma aplaudía besos, pero no rupturas. Desde entonces, cada gota que cae es una promesa rota que decide no volver.
II
La Fontana no elige deseos. Solo los guarda. Una mujer la miró sin lanzar nada. Ya no necesitaba permiso para soñar. Caminó lejos del tumulto, con el pelo en alto y el paso firme. A veces, vivir es negarse a pedir y empezar a decidir.
III
Fulgor de mármol en la noche romana,
Ondas que ríen con monedas ajenas,
Nadie pregunta qué guarda el agua,
Tesoro de anhelos, promesas, condenas.
Amor, destino, fe de viajera,
Nostalgia en piedra que nunca se cansa,
Ahí está Fontana: inmóvil, sincera.
Anita
I
Primera moneda: ¡volverás!
II
Segunda moneda: ¡amor!
III
¡Te casas!
IV
Di tres monedas: una para que mis hijas vuelvan; dos, para perder cinco céntimos y tres, para perder otros cinco céntimos porque yo ya iba enamorado y casado.
Magia le llaman…
Juanma García
I
Cada noche, cuando Roma duerme, la Fontana de Trevi susurra deseos al viento. Un turista arrojó una moneda y despertó a Neptuno, que bostezó mares y cabalgó espuma. A la mañana siguiente, solo quedó una brizna de sal en la piedra. Pero el deseo… ese ya iba nadando.
II
Cada día, miles lanzan monedas a la Fontana de Trevi, comprando ilusiones en cuotas de cobre. Bajo el mármol barroco, Roma sonríe mientras engorda su turismo. El agua fluye, sí, pero no limpia: arrastra selfies, prisas y la nostalgia de una ciudad que se vende por likes.
Nemesio Laverde
De lejos sentí que quería estar sola.
Todos esos turistas que gritaban, posaban y tiraban monedas sin pensar en que ella sólo quería paz, niños jugando y arcoiris saliendo del agua de sus chorros.
Volví de madrugada.
Me senté a su lado y disfruté, con ella del silencio.
Los espíritus del agua suspiraban ayudados por el aire que se había levantado.
Hasta que un grupo de gente borracha llegó para romper la comunión entre agua, piedra y alma.
Entonces me levanté.
Y antes de irme, acaricié su perfil de piedra y le susurré…:
«Ánimo.
Ellos son prescindibles.
Tú eres eterna.
Resiste cómo hasta ahora.»
La Renacida
Mientras lanzaba la moneda pidiendo un deseo, me encontré con tu mirada…
Ángel Salgado I
No es pedir, por pedir.
Ni no querer dar por no dar.
Tampoco callar por no decir.
Ni siquiera andar por caminar.
Saber, sin libertad, poder volar.
Dejar todo el lastre y por fin partir.
Solo hacia delante mirar.
Y que nadie te diga cómo vivir.
Ángel Salgado II
Llegar a la Fontana y no tener suelto…
Ángel Salgado III