La vida pasa y te vas dando cuenta la cantidad de cosas que se dejan de hacer por miedo, por inseguridad, por vergüenza, por el qué dirán…cuando llegas a una edad con un bagaje personal considerable es cuando ves que con la vergüenza no haces nada, con el miedo menos, con las inseguridades se fracasa y con el qué dirán te haces una peineta.
Ponerse el mundo por montera y comenzar a disfrutar de los pequeños placeres que la vida va poniendo a tu alcance cada día es mucho más fácil de lo que nos planteamos a priori. Dar un paseo sola, con la única compañía de tus pensamientos, sentarte a tomar un café en esta ocasión acompañada por un libro que te guste y saborear el mundo en ese instante a través del aroma del café y de unas palabras que sin ser tuyas te hacen protagonista de cualquier historia, mirar escaparates, observar todo lo que tenemos alrededor. Hay una cosa que siempre me ha encantado y es observar escondida tras mis gafas de sol y una falsa indiferencia hacia lo que sucede en mi entorno, a las personas que van y vienen por todas partes. A la pareja de ancianos que pasean de la mano, en los que presupones una historia de amor detrás de tantos años juntos que el paso del tiempo no ha podido hundir o simplemente los ha convertido en acompañantes de vida, a los niños que juegan sin más preocupación que observar cada cierto tiempo que mamá o papá están ahí, a su alcance, cómo se relacionan entre ellos en el juego o cómo juegan solos con el juguete que más me gusta; la imaginación… Al matrimonio de mediana edad, que quizás ya no se soporten, quizás ni se amen ni están enamorados, pero pasean el uno junto al otro para guardar unas apariencias que al final sólo les importa y les afecta a ellos. Al grupo de amigos que ha salido con cualquier excusa para desfogar y dan todo de ellos mismos porque en casa no pueden ser como realmente quieren por miedo a lo que tienen allí. A las mujeres que charlan enfrascadas en una conversación profunda en algún bar, en alguna cafetería de moda que les cede el escenario perfecto para hacerlo, sin temor a que nadie las escuche, que tiene y van más allá de lo que las reglas imponen.
Nos damos cuenta cuando observamos a los demás que la vida sigue pasando a nuestro alrededor y no podemos ni debemos pararla. Todo va a pasar independientemente de nosotros, el mundo gira sin cesar y los caminos se abren a nuestro paso, solo hay que saber escoger el sendero adecuado a nosotros mismos.
Aprendamos a ser libres,a ser independientes, a valernos por nosotros mismos, a interesarnos por cómo estamos, dejando a un lado lo que los demás piensen. Eso es lo que te llevará a ser alguien de quien sentirte orgulloso.
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