No me amarga la sensación y casi que ni la pena hace aparición para engancharme y cada vez la cuerda está más tensa, cada vez la distancia es mayor y aún estando, no estoy.
Será la edad, aunque es solo una excusa a la que aferrarse porque yo sigo viendo personas mayores que se enamoran a cada paso, en cada instante e incluso brotan lágrimas improvisadas incapaces de contener.
Seré yo que aun estando no estoy o será todo lo demás que está tan desfasado, tan sin valores, tan en manos de cuatro pelagatos sin de fundamento que el guiso se me antoja demasiado soso.
Será todo eso o será lo que siempre ha sido porque siempre ha sido así y la euforia y la vitalidad de los años hacían menester de algo innecesario.
Ayer lo vi claro, llevaba tiempo barruntando este pensar y a la vista está, porque yo siempre soy más de hechos que de palabras, y ni los hechos ni las palabras han llegado dejando distanciada una sección que siempre me encantó mimar.
Ayer lo vi claro; ayer volví a perder más de tres décadas de antigüedad vital y todo viendo pasar El Cerro. Ayer, a mis cuarenta y tres años volví a recordar aquella primera petalada céntrica en la Calle Velázquez desde el balcón de la peluquería cuando entre todos no sumábamos más de cuatro gatos porque claro, a Sevilla hay que ganársela.
Y lo volví a ver claro en un abrazo sentido, en una estampa especial, en un mensaje tragando saliva porque la puta vida es como es y hay cositas que duelen mucho.
Ayer lo vi claro viendo al Cristo de la Buena Muerte, a “mi” palio de Sevilla y un cortejo para soñar y perderte mil veces en el mismo y dejar volar la mente…
Ayer vi claro, reafirmándome en mi convencimiento que la Semana Santa son cuatro detalles que se multiplican en tu corazón por miles, pero son solo esos cuatro detalles, los cuatro detalles de cada uno que para nada se repiten en cada individuo. Yo tengo los míos y por mis propias razones de peso para mí y tú tienes los tuyos y pueden ser totalmente diferentes porque las vivencias de infancia marcan el camino y todos los caminos no llevan a Roma, te llevan a Triana, a una Basílica. Al menos, todos mis caminos. Y en ese camino, amigos y hermanos, en algunos casos familiares que eliges, te eligen o Él los elige. Eso lo dejo a la interpretación de cada uno.
Semana Santa íntima en la inmensidad de lo superfluo, del escaso nivel evidente, del multiplicar afluencias e influencias para perder la esencia. Esencia que se diluye necesariamente porque los tiempos cambian, las personas cambian y ese poderoso caballero de cuyo nombre no quiero acordarme manda. Porque todo en esta vida, incluida la Semana Santa es un gran negocio y como tal, se vuelve frío e interesado.
Semana Santa de mis cuatro detalles, y poco más…
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