Y tienes espejo para mirarte… el Guadalquivir sabe mucho de ti y mucho de reflejos, tanto como para contarnos una Semana Santa totalmente distinta a la que todos conocemos. Te ha acompañado durante siglos en tu historia, Sevilla.
Sabe de reflejos de una Estrella que brilla en el firmamento cada Domingo de Ramos cuando es Ella quien se asoma a las barandillas de tu puente para mirarse.
Guadalquivir, bien sabes que el blanco también viene a reflejarse en ti a través de las túnicas nazarenas del Barrio León. Y son tus aguas quienes brotan de la fuente de Salud para María que por nombre lo lleva.
Y tus aguas se vuelven verdes porque en la Madrugá una Esperanza se te ha clavado por siempre, por eso, llevas tatuado el “verde que te quiero verde”. Imposible olvidar el rostro moreno de Esperanza que te llega lleno de Pureza.
Y renuevas la Esperanza en una sola letra… La O. Cada tarde de viernes tu espejo adquiere tonos carey y plata. Y reflejas una cara que no se puede “aguantá”.
Y enmudeces cuando un gitano de la cava te pide su último hálito de aire, una sola bocanada de aire fresco llegado de Sanlúcar de Barrameda para darnos a nosotros… SU VIDA.
Y le hablas:
¿En qué puedo ayudarte, Señor?
No puedo verte así, se me cae el alma.
Traigo un soplo de Esperanza,
Lo recogí anoche,
de tu Madre Celestial de Pureza.
Dime, Señor, qué te puedo ofrecer
Para calmar tanta agonía.
Traigo toda la Salud de tu Madre,
Blanqueada por blancas túnicas,
Izquierdos que hacen avanzar,
En el tortuoso camino de la vida.
No mueras ahora,
Que, hasta tu muerte,
Se me hace bella en esta tarde.
Mira, Señor,
Traigo el reflejo de una Dama.
Nacarado su rostro,
Y de alfarera cerámica sus manos.
Dime Señor, ¿qué puedo hacer,
para aliviar tanto bello dolor?
Traigo la Gracia de tu Madre,
De calle Castilla viene,
Y llorará tu muerte
De aquí a Sevilla.
Y cuando venga de regreso,
A la noche, su nombre,
Caerá sobre mis aguas…
Retumbando con un soniquete
Que me viene a decir,
Madre de La O,
Ruega por nosotros.
Y sigo escuchando tu lamento
Desde aquel sangriento palo.
Y cruzarás el puente,
Y con la pena me dejas,
Porque no quiero verte morir.
Cuando vuelvas,
La tarde se habrá
Vestido de luto.
Querré recoger para mí,
El rostro gitano de tu mirada,
Y zamarrearás mi todo,
mi Teología de vuelta
hacia ti.
No tendré más palabras,
Que el grito de mi alma
Al descubierto.
¡Qué muerte más trianera,
Tiene mi Cachorro en primavera!
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