Lo estuve observando durante varios días en clase. Era un buen alumno pero ese comportamiento me chirriaba. Andaba despistado, inmerso ante su mesa en no sé qué. Escribía algo muy concentrado y no atendía a mis explicaciones.
Solía sentarse delante, sin embargo, concretamente esos días lo hizo en los asientos de atrás. Por ello, bajé de la tarima y decidí caminar por el aula al acecho de tan esmerada escritura, a sabiendas, de ser captado por su pronta suspicacia. En efecto, seguía sutil mis pasos, de momento se agitó nervioso e hizo el intento de esconder lo que tenía entre manos. Mis diligencias por descubrir algo,fueron en vano.
Al finalizar la clase, hice tiempo, asegurándome de su marcha. La intriga me superó y quise indagar por la zona en cuestión. Me acerqué con cautela, a pesar de estar solo y di con aquello que lo tenía tan ensimismado. Mi primera reacción fue de absoluta sorpresa. No sabía de su astucia con el arte del dibujo. Sin duda, era bueno, muy bueno.
Era vísperas de Semana Santa y el arte brotó sin más. Descartó el papel, fue la mesa cual lienzo donde expuso a trazos con un bolígrafo su obra. Reproducía en concreto el boceto de un palio. A groso modo, una Virgen acompañada de San Juan Evangelista. Desde el primer instante supe que contaba con una gran habilidad técnica y creatividad, donde el pulso estaba equilibrado con precisión.
Omitía en las imágenes, las facciones de sus rostros. Quiso centrarse en otros aspectos. Una Virgen coronada, ataviada con tocado y manto simulando lindos encajes. El hábito de San Juan derrochaba sencillez. Se apreciaban perfectamente los varales que sostenían el palio, destacando una bambalina frontal, aún por terminar. Se obstinó en su bordado, adornos florales de un hermoso acabado. El detalle de los flecos cayendo, pareciera por momentos estar en movimiento.
Aún se encontraban sobre la peana, sería pronto para rematar con una preciosa candelería. En ambos lados, en las esquinas, aparecen dos faroles, mezclando trazos lineales con una especie de garabatos superpuestos, pero consiguiendo el atractivo de todo un orfebre.
Era algo magistral, era puro arte que transmitía belleza. Yo, como humilde cofrade, tan solo le supliquéque lo acabara. Para asegurarme, escribí un “continúa” que supo a gloria. Quise inmortalizar el momento y capture esa foto. De eso hace ya algunos años. Un precioso recuerdo que terminó ahí, sin concretar, sin acabar. No supe más del muchacho ni de su colosal obra.
Aún vago por el aula, melancólico, con el anhelo de encontrar aquel palio terminado. Lo busco entre callejuelas de Sevilla, esos días de abril con aromas de azahar e incienso…
Deja una respuesta