Deambular de esquina en esquina buscando una acera y rebuscando sombra donde estacionar mi palacete de cartón me lleva a encontrar postales que mis ojos inmortalizan, las hago mías y luego trato de buscarle un sentido. Algunas veces solo son casualidades, ¿o eran causalidades?
¿Qué puede pesar 8,50 Kg? ¿Quién posee la precisión de escribir una especie de cartel con dos decimales? Posee cinta adhesiva y mi cabeza pensante, en mis ganas de descubrir retorna en bucle a la primera pregunta.
¡Serán los efectos del vino…!
Zona azul, zona de prestamistas oficiales y de chivatos mal uniformados que se creen importantes por putear a su prójimo por unos minutos de descuido.
¡La humanidad en su estado más puro!
Sin duda por efectos de los últimos sorbos de este vino que ni de garrafón se me viene a la mente de mi memoria aquello de “me importa 3 Kg.”, pero eran tres. ¿Tanto le importaba a quien fuera que la cuantía aumentaba en cinco unidades y media? Es casi el triple, más o menos como veo yo estas últimas líneas.
¡Maldito cartón de vino caliente…!
Dicho esto, la noche está cálida, no necesito ningún cartón a modo de nórdico y sí, mi estado de embriaguez hace que me importe ocho kilos y medio lo que estes pensando. Mucho mejor, deja ya de leer y ponte a buscar tu felicidad que la mía, la mía,…
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