Acabada la temporada, tocan sacar conclusiones en todos lo sentidos y plasmar lo positivo, lo negativo y lo que no ha tenido una especial aportación al año futbolístico.
La temporada comenzó como se esperaba; Lopetegui, que debió ser cesado a finales de la temporada anterior y ojito derecho de Monchi, por su incansable trabajo, dejó al equipo en Octubre, más hundido aún de lo que ya estaba desde enero de 2022, momento desde el que fue incapaz de jugar y ganar con solvencia y pasamos de fichar a Tecatito y traernos cedido a Martial para competirle la Liga al mismísimo Real Madrid y rezar porque fallaran los perseguidores porque no damos para nada más que para saltar al campo y tratar de no caernos lesionados antes del pitido inicial. Los noventa minutos restantes eran constantes cuentas, pero de Rosario, rezos en balde y “asco” de fútbol.
El error de mantener al entrenador vasco y no hacer la reestructuración que todos pedíamos desde la grada; unos más que otros porque salieron a la luz infinitos aplaudidores “mamadores” del movimiento nos llevó al desastre. Desastre que, tras agotar la paciencia de todos -menos la de Monchi-, y ver cómo nuevamente una grada más, pedia la cabeza constantemente de su entrenador, llevó a la directiva al “ahora o nunca, primera parte”.
Fulminado el vasco que jamás debió llegar a Nervión, por mucha Europa League que ganase, el recambio casi que daba igual; la situación mental, táctica, física era tal que era imposible remontar el vuelo tras ese destrozo ocasionado. Y encima, un nuevo error; Jorge Sampaoli, el excéntrico técnico de Casilda, llegada con un libreto propio, demasiado sofisticado para una plantilla limitadísima en su totalidad y con un grado de locura contagiosa que convirtió al Sevilla en una constante pantomima de papeles, esquemas, cambios incomprensibles de jugadores olvidándose de que aquí lo importante era ganar, puntuar y no crear un estilo de juego sin sentido con el equipo que teníamos y que tenemos.
Así, y tras una racha de viento fresco que parecía abrir los poros a nuevas metas, todo se fue decayendo. Los errores no forzados -utilizando lenguaje tenístico-, los nervios, las neuras y los malos hábitos adquiridos en el pasado, así como la testarudez del argentino nos volvió a llevar al descenso y no quedaba otra: tocaba buscar un “cateto” que nos sacara de abajo. Uno de esos entrenadores que saben remangarse el pantalón, ponerse el mono de trabajo y patadón parriba y salvar la categoría, mientras de reojillo veíamos imposible ni juntar a 11 para saltar al campo a jugar en Europa.
Hubo dos opciones: Bordalás y Mendilíbar. El primero acabó llegando a un defenestrado Getafe donde Quique Sánchez Flores era incapaz de sacar un rendimiento decente a uno de los Getafes más equilibrados de los últimos años y ha conseguido salvarlo, en la última jornada, pero cumpliendo los objetivos marcados, con un fútbol reconocible y recuperando a jugadores de los suyos como Mata.
Solo quedaba una opción, cero ilusionante a priori salvo para los que hemos visto a su buen Eibar que con “cuatro gatos” consiguió bordar un fútbol práctico, sin estridencias y muy muy efectivo. Y llegó José Luis Mendilíbar…
Mendilíbar, otro vasco, pero de la vieja escuela, de los que como diría el gran Luis Aragonés “tiene el culo pelao” y llegó sin hacer ruido, con un discurso de los años 80, en chándal, despeinado, peinando canas y de una primera visual, ya comentó dos cosas: “estos tíos son los mejores a los que he entrenado en mi vida”. La segunda cosa viene después…
Primeros entrenamientos y primeras ruedas de prensa: demostraciones de que todo está inventado, que ni Klopp, ni Cruyf, ni Guardiola, ni Xavi, ni Ancelotti han inventado nada: once contra once, presión alta arriba, juego por bandas, más de noventa minutos corriendo concentrados en el partido y el que no pueda que pida el cambio.
Sus primeros gestos no se hicieron esperar: se acabaron los pases atrás, los balones comprometidos al portero -dícese de ese futbolista de campo cuya misión es parar y por eso puede coger la pelota con las manos dentro del área-. Se acabaron los brazos abajo, se acabaron las bandas a pie cambiada y los laterales jugando de extremos y, por supuesto, se acabó lo del falso nueve.
Cuatro, dos, tres, uno… ¿les suena? La melodía sonaba a bella sinfonía dentro del vestuario y los ecos llegaba a una afición que extrañada comenzaba a ver el fútbol que tanto le gusta, en el que los jugadores juegan incluso en su puesto y hacen lo que cada uno sabe hacer. ¿Curioso versad? Pues llevábamos dos años de inventos y malas praxis sostenidas por un juego vergonzoso y ramplón sostenido por la suerte del que tiene una y la mete y una Europa League que la ganó la camiseta, como tantas otras. De ese halo de grandeza y respeto en Europa hablaremos otro día…
Y los jugadores sonreían y aunque dejaba claro que la forma física era un desastre, en sus ruedas de prensa dejaba lindezas del tipo: “¿para qué voy a ensayar los córners si tengo 4-5 tíos de 1,90m y tengo 3-4 tíos que la saben poder de categoría? Con colocarlos ocupando toda el área es suficiente.” Y el discurso seguía calando… y exfutbolistas como Navas, Rakitic y Fernando comenzaron a sacarle brillo a sus galones apagados, y Ocampos se parecía al del primer año, curiosamente jugando por su banda, y Oliver aportaba y Gudelj aprendió la profesión de central y lo borda y le dio confianza a Badé que cada día se parece más a Kounde que a Nianzou, y Lamela participaba, y parecía hasta que a Bryan le salía la pelusilla de la barba haciéndose un hombre, nuevamente, bajo los mandos vascos de Mendi.
Y la presión no cesaba y las broncas en el 85-86 tampoco porque el que no es solidario en el esfuerzo tiene sitio reservado en el banquillo. Y surgió Suso… y le dijo que tenía que correr o no podía jugar en banda. Y recibió respuesta gaditana de que “él no había corrido en su vida y no lo iba a hacer ahora” y como el vasco se las sabe todas más una, habló con él de puertas hacia dentro, -donde hay que hacerlo- y como Suso era muy necesario tanto por calidad como por número, de inventó una posición para él, y la mediapunta respiraba al ritmo del gaditano que siempre había sido extremo izquierda a pierna cambiada, y le dio Libertad para que su zurda brillara y le exigió disparo, le exigió compromiso, le exigió que se echara el ataque a las espaldas. Y cumplió… vaya si ha cumplido.
Y mientras, Rakitic se parecía más al croata que llegó al Barça que al que regresó, y Fernando poco más y lo apuntamos en un Grado Medio por la edad y Navas… Navas seguía cuál correcaminos desgastando tacos e hierba… cuentan que sigue corriendo sin parar desde Budapest por si se le olvida.
Y llegó la lógica, y Acuña se parecía más al lateral izquierdo de la Argentina campeona del Mundo que a un niñato de las 3.000 y Bryan encaraba y encaraba y encaraba y hasta En Nesyri enchufaba… incluso Rafa Mir veía puerta, incluso se despeinaba!!! Y no, nunca más volvió a jugar en banda…
Y llegaron los triunfos, y llegaron las buenas sensaciones y la naturalidad de Mendilíbar nos cautivó; cautivó hasta a la prensa mesetaria, a la de la Gran Central Lechera mamadora de Florentino y todos cayeron rendidos. Y él seguía con su discurso de taberna de bar entre el 6 doble y la blanca-cuatro.
Y con los deberes iniciados, llegó Europa y encima el Manchester, que acababa de eliminar al Barça y al eterno inferior y claro: misión imposible.
Y fuimos a Manchester recordando a Ben Yedder pero pensando en que la goleada no fuera demasiado escandalosa y surgió la flor del que la siembre con esfuerzo, del sparring que tiene una oportunidad y no lo noquean y casi sin querer, con el mentón por los aires suelta un gancho al aire y golpea al todopoderoso y se tambaleo y nos lo creemos y seguimos acorralándolo y otro directo al aire impacta nuevamente sobre el rostro y cuidado que…
No puede ser!!! ¿Otra vez?
Y sonó la campana y a punto estuvimos de traernos el asalto a los puntos, pero quedaba la vuelta y allí nos dejarían KO porque era lo lógico…
Y mientras, la naturalidad seguía sembrando y recolectando frutos, y los jugadores ya sonreían y Gudelj y Bade y empezaban a parecerse a una pareja de centrales de verdad y Fernando y Rakitic a esa pareja incansable de medios por donde pasaba todo… y Ocampos era un puñal y Bryan era otro. Y Oliver destilaba sus mejores momentos sabiendo que era el equipo A, con plan B…
Y seguíamos escalando el Tourmalet con ese fútbol que en Nervion nos pone en pie, y llegó lo inimaginable y todo se volvió Rojo, y hervía la sangre -Gracias Joaquin por tanto- y el gigante se acojonó, y se hacía cada vez más pequeño, más tímido, más timorato y estrellas como Casemiro, Rashford, Varane, De Gea, Fred, y compañía desaparecían y comenzaron a caer los goles al ritmo que marcaba una grada enloquecida. Habían abierto las puertas del manicomio y Nervion se llenó de zombies zumbaos con ganas de fiesta, de goles… y el Manchester salió goleado.
Pero claro, podría haber sido el ambiente, la suerte, la casualidad del novato, la camiseta e incluso las bajas del rival. Todo excusas cuando les interesa a algunos… por cierto, fueron vengados.
Y en semifinales la Juve: otra misión imposible.
Vlahovic, Di Maria, Chiesa, Bonucci, Szerny, Cuadrado, Danilo, Kostic,… eso es una máquina indestructible…
Y seguíamos entrenando y dando volteretas de castigo cuando un ejercicio en un entrenamiento no era óptimo y seguía el chándal y las ruedas de prensa sin bloques altos o bajos. Y todos sabíamos que era imposible. Y todos sabíamos que ya nos salvábamos.
Pero lo que no sabíamos era que Mendilíbar tenía un plan, lo Hannibal Smith, sin puro, y siempre lo ponía en práctica en los partidos de verdad, y cambiaba el rumbo de los partidos con dos toques mágicos; táctica perfecta porque es indescifrable para los rivales. Os lo explico: tanto contra el Manchester, como contra la Juve, como contra la Roma, y en algún partido de Liga, el equipo base era con Bryan y Oliver, con Ocampos en la derecha y cuando una banda no funcionaba, plan B, meditado, entrenado, de entrenador que sabe tela de esto. Equipo contrario encerrado, las bandas llegan pero no son fructíferas y En Nesyri no consigue rematar ninguna. Lamela y Suso al campo. Dos jugadores “iguales”, “repetidos” que confundan al rival, con Suso más centrado pero con la libertad de intercambiar posiciones e incluso atreviéndose a quitar a Oliver que en algunos encuentros, como el día de la Juve en casa, era el mejor. Y “Suso dispara!”, “Lamela, tienes que entrar más al área…” y ¡coño!, el empate llega de un trallazo de Suso desde fuera del área tras un fallo en la marca italiana por un movimiento de Lamela. Y curiosamente, sólo curiosamente, el gol de la victoria nos lo da Lamela entrando desde Segunda línea a centro milimétrico de un incansable Bryan que no servía mas que para jugar de lateral/carrilero con el argentino.
Y llegó la Roma y Mendilíbar era novato, solo tenía la experiencia adquirida en las dos eliminatorias anteriores ante dos mindundis: Manchester United y Juventus de Turín. Tal vez ya la casualidad fuese menguando a causalidad ¿no?
Y llegó la final y enfrente otro equipazo, la Roma y un técnico mediático: Mourinho. Pues ni una, ni el otro.
Media hora malísima con el plan A que nos cuesta irnos al descanso con 0-1 y Mendi que lo vio claro, no podía esperar; no era partido para niños y Oliver y Bryan dejaban al descanso su puesto, curiosamente, a Suso y Lamela y… ¿lo ven claro? ¿Se acuerdan del recital de Suso? Todo estaba medido, todo marcado porque Suso no estaba para noventa minutos y el final de la historia aún nos tiene llorando, agotados y felices. Y deseando que el vasco nos siga cautivando con su sencillez, su cara de buena gente y su fútbol de verdad, sin estridencias.
Toca firmar, toca fichar y hacer un equipo potente, sin tantas lagunas para que José Luis Mendilíbar nos lleve nuevamente a la gloria.
Y sin duda, la noticia esperada: Mendilíbar renueva y seguirá un año más con nosotros.
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