Busco apremiante la sombra. Esa que en cierta medida, reconforta. Pues “la caló” ha llegado para quedarse, y Sevilla asiente sin más.
El casco histórico quedará entoldado a modo de apaciguar lo que conlleva soportar las altas temperaturasde esta estación de penitencia como es el verano. Es aquí cuando la ciudad se dispersa y sin querer quererlo, la descuidamos. Muchos, esos que dicen ser afortunados, marchan en busca de un pedacito de playa y así frenar los azotes del astro solar.
Pero, ¿qué hay de los que se quedan desafiando al temporal? Héroes de la resistencia, enfrentándose a olas de calor que acechan, donde los cuarenta y cinco grados te escoltan allá donde vayas a horas intempestivas.
Dos mujeres en la ventana es el óleo por excelencia de una burla patente. Podría estar al descubierto el enigma con el que Bartolomé entrampa al humilde espectador. Parecieran susurrar eso de: “pero que haces alma de cántaro aquí y no estas en la playa…” Solo entonces serácuando entable mi soliloquio, mirándolas de frente:
Pero, dime, ¿qué miras joven mujer? Que apoyada en el alféizar de la ventana, una sonrisa esbozas. La picaresca y el descaro rondan a sus anchas, sin embargo, ¿qué os tiene tan ensimismada? ¿Quién roba vuestra curiosidad?
Y usted señora, que atesora sus confidencias, ¿por qué oculta su rostro tras regocijarse con cierta sorna? Dígame, os lo ruego, que quiero saber.
En efecto, he caído en la cuenta. Se ríen de mí. Sí, sí, de mí. El típico tieso sevillano que veranea en casa, en“terracilla”, ya saben, terraza y silla. Es lo que hay, abanderando el humor, ese que no falte. Al menos, me queda la dicha de guardar a la hispalense. Ella sabe de sobra que pronto volveréis, a sabiendas, que aún así, la echaréis en falta. ¡Disfruten pues del verano, aquellos bienaventurados!
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