f. despect. Mujer ruin, moralmente despreciable.
La suripanta, con su mirada seductora y su sonrisa deslumbrante, caminaba por las calles con paso seguro. Su belleza enigmática ocultaba su oscuro secreto: una mujer deshonesta y de reputación dudosa. Engañaba a los hombres con su encanto, dejando tras de sí un rastro de corazones rotos y promesas incumplidas.
Manuela Sánchez
Altiva, zapatos planos y labios sin pintar se paseaba por los pasillos de la escuela buscando el último chisme con que molestar. Era la vieja profesora de inglés. Nos conocía a todos bien y nosotros a ella la apodábamos la suripanta, porque no imaginábamos una mujer más vil.
Arancha Naranjo
Como primera suripanta, desea bailar y dar todo lo posible cuando se estrenara el nuevo cabaret. Esta vez no permitiría que sus temores la perjudicaran, había trabajado en ello y ya se imaginaba recibiendo aplausos y felicitaciones, cuando oyó pronunciar su nombre…
¡Vamos, Aliana, a escena!
Katy Núñez
No sé podía ser más ruin. Le apodaron “supiranta”. Cero confianza ante una mujer sin valores que abanderaba el egoísmo por doquier, sin apenas una pizca de coherencia que le pudiera llevar a la cordura, toda una lástima…
Patricia Delgado
La periodista presionaba a María para contarlo todo.
Súplicas, halagos, … amenazas,…
Para conseguir la primicia se convertiría en una suripanta.
La peor, la más rastrera.
Pero terminaría abriendo los telediarios y sería célebre.
Lo único que le importaba.
La Renacida
I
No la llames así solo por ser mujer y vivir en un mundo de hombres.
II
No hay nada peor para una mujer que otra mujer… ¡si serán!, que decían en las telenovelas de la época…
III
A mi suripanta es un término que me espanta, suena realmente mal y sin querer tirar de la manta, seguramente habrá algún pagafantas que lo esté promocionando amenazando con que canta. Y no se achanta…
Juanma García
Suripanta, una suricata con más hambre que Carpanta.
Ángel Salgado I
Todos hablaban de ella al pasar, unos por deseos incumplidos y otros por celos y envidias.
Ella continuaba a paso firme, haciendo oídos sordos a todos esos comentarios, pendiente solo de su camino.
Y allí se quedaban ellos, parados con sus miserias, viendo como ella se alejaba dejando una estela de libertad.
Ángel Salgado II
Si por mirarte arderé en el fuego,
déjame una última partida a este juego.
Ángel Salgado III
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