Ambiente lógicamente crispado: grada aburrida de fútbol, aburrida de perder, aburrida de no ver nada, aburrida de peleas entre accionistas, aburrida de ver cómo los máximos accionistas se están llevando “su” dinero pero dejando al equipo y al club en las penúltimas, aburrida de un entrenador que nos toma el pelo en rueda de prensa, aburrida de mil y una cosas más…
Nos visitaba el Villarreal del último entrenador que descartó venir al Sevilla FC dada la situación actual y las condiciones que le ponía el presidente y lo hacía tras vencer en Europa y dar claras muestras de mejoría. Y lo hacía cuando peor estamos: sin Navas, sin Ramos, sin Soumare, sin gol, y sin ganas…
Nianzou de titular era objetivo de todas las bromas previas; bromas merecidas y ganadas tras sus pésimas escasas actuaciones y mire usted por donde, ayer, en los 60 minutos que estuvo sobre el terreno de juego fue de lo más destacado del equipo junto, sin duda, al mejor del equipo en la tarde de ayer: Juanlu.
El canterano, cuajó un gran partido donde hizo suya la banda derecha junto con el incipiente y alocado Lucas Ocampos e incluso cuando Lukebakio caía por ese costado. Lástima que ninguna de las incursiones del canterano llegaran a buen puerto, unas, por sus malos centros, otras porque el Sevilla arriba no tiene absolutamente nada, ni gol, ni mordiente, ni intención. Y esta es la palabra que mejor define al resto del equipo en el encuentro de anoche: intención.
Intención, porque ayer el equipo quiso y pudo pero es que no tiene. Ayer el equipo propuso presión alta, defensa adelantada, toque, juego por bandas pero es imposible; no se puede sacar nada de la nada. Y también cometió errores, muchos. La espalda de los centrales es un agujero en el que vuelven a encontrar un filón los rivales.
Fernando incrustado entre los centrales provoca una mejor salida de balón pero como tiene 37 años, no recupera la posición igual dejando un agujero que ni Rakitic, ni Sow ni luego Oliver son capaces de tapar y por ahí llegan todas las ocasiones rivales tras robo. Y a todo esto, súmenle esa pizca de mala suerte en la que vivimos. Las tendencias, tendencias son. Sale Kike Salas sustituyendo a Nianzou y en la primera pelota que toca tras pase medido de Pedrosa desde la izquierda, el también canterano remata magistralmente y anotaba el 1-0. Celebración intensa de un Diego López con el agua al cuello, con la soga también al cuello y apretando, enterrado en arenas movedizas y sobre una mina antipersona. El 1-0 fue un espejismo, un maldito espejismo que duró lo que tardó el Villarreal en sacar de centro y aprovecharse un otro maldito y desafortunado rechace de Gudelj que imposibilita a Kike Salas y el Comandante Morales, en racha, en otra de esas tendencias del fútbol, anota el empate y en el ambiente, lo ocurrido el miércoles contra el PSV. Menos mal que los árbitros españoles son muy malos…
Y dicho y hecho, tras un par de ocasiones más, y ante el sopor del equipo porque no se veían capaces de remontar el empate, un balón largo a Brereton que se va por fuerza y velocidad de Kike Salas y anota a la perfección delante del serbio Dmitrovic, y gol. Gol que los amigos del VAR mandan a revisar y entre todos, anularon un gol legal con el claro perjuicio al equipo levantino y suerte nuestra.
Se acaba el partido, 1-1, un punto invisible y una grada muerta que solo habla en redes sociales y calla donde tienen que gritar pidiendo lo que no les corresponde. Porque no se nos olvide que el Sevilla FC es una empresa en manos de “cuatro o cinco” y hacen con su “puto” negocio, lo que les da la gana, e incluso reventarlo como están haciendo. Mientras, la afición, sufre…
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