I.Decidí combatir el fuego con fuego, y acabé quemado.
II.En la penumbra, sus ojos centelleaban como las brasas de un fuego del que ambos disfrutaron.
Enrique de la Cruz
Más bien soy de candela que no de fuego, aun siendo lo mismo. Sin embargo, el ardor y brasa de uno, entre vengativas llamas, parece transformarse en luz sosegada y cálido ambiente de la otra, perdiéndote entre anaranjadas tonalidades…
Patricia Delgado
Luisa recordaba la casa de sus abuelos en la aldea. Noches contando cuentos y zurciendo calcetines al amor del fuego en la cocina. Todo quedó atrás cuando emigraron ella y su madre a la ciudad. Ahora una herencia le devolvía un hogar estival y la nostalgia de su infancia.
Arancha Naranjo
I
Fuego, que te quema tus entrañas.
Fuego, que te sube por la garganta.
Fuego, que con forma de guitarra canta.
Fuego, pa’ la defensa de tu alma.
II
Que te absorbe, que te muerde, que te cruje, que te quema. Fuego, ¿es esta tu condena?
III
Nace de la más tierna llama, esa que alimenta; pervive, del cariño con que cada día lo riegas; destruye, desatado a su paso, cualquier verea…
Rocío C Gómez
Una chispa de los cohetes con los que jugaban los niños, cayó en la hierba seca. Nadie prestó atención. Todos estaban pendientes de la comida y bebida que había en las mesas de picnic y nadie pensó que, aquello, era combustible rápido.
«‘¡Fuego! , gritaron los niños. «‘¡Fuego!», gritaron los adultos.
Así, ardió ese bosque centenario. Por desidia, por desprecio.
La Renacida
I
Volcán en erupción, ríos de lava que se abren paso.
Infiernos activos, altos hornos a pleno rendimiento.
Así es tu aliento, querido dragón.
II
Si el fuego se apaga, los rescoldos son solo rumores de un querer y no poder.
III
Maldito ego del ciego que todo lo deja pa’luego.
Borrego sin apego, riego sin sosiego.
Mucho ojo que el fuego no es un juego.
Y así, con rimas de bufón palaciego navego. ¿Te lo traduzco al noruego? ¿Y al gallego?
Juanma García
No hay océanos para apagar nuestro fuego.
Ángel Salgado I
Luz, fuego, destrucción…
Ángel Salgado II
Mirarte a la cara es tan hipnótico como observar el fuego de una candela.
Ángel Salgado III
Palito a palito creando una hermosa llama, tú y yo.
Ángel Salgado IV
I
En la oscuridad de la noche, el fuego danzaba en la hoguera. Sus llamas, como dedos ardientes, buscaban desesperadamente el aire para alimentarse. En su danza infernal, susurros de antiguos secretos se alzaban, desvaneciéndose en el humo. El fuego, un testigo silencioso de historias olvidadas, consumía todo a su paso.
II
El fuego rugía en el corazón de la chimenea, iluminando la habitación con su cálido resplandor. Las sombras danzaban en las paredes, como espectros condenados a la eterna danza del fuego. Susurros de nostalgia se elevaban con el humo, mientras el hogar se convertía en un refugio para los anhelos y las memorias.
III
En la noche más fría del invierno, el fuego crepitaba en la hoguera. Sus chispas ascendían hacia el cielo estrellado, como pequeñas estrellas fugaces en su último vuelo. Envuelto en su abrazo ardiente, el grupo de viajeros encontraba consuelo y calor. El fuego, testigo de su unión efímera, les recordaba la fragilidad de la vida.
Manuela Sánchez
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