Capítulo 16
2 de Aries, Llanura de las ocho Piedras.
—¡Todos lo vimos!, —dijo, Coreg mientras se preparaba para el festival—. “Se rumorea que el viejo cetrero destila su propio alcohol con solo respirar, y que las dejó salir porque estaba borracho” —indicó, levantando el codo como ironía para retomar la polémica tras lo ocurrido la noche anterior.
—¡Eso son infamias! Las aves volaban por orden de la reina, estoy seguro de que el cetrero lo hizo por esa causa; y la nuestra se acaba aquí, no pienso discutir más sobre este asunto —aseguró Tirseg, retirando los pesados cortinajes del Unicornio Azul para preparar la apertura.
Sin embargo, el bazar de la Magia, permanecía cerrado. Aunque Ázdeli se encontraba en su interior desde el alba, preparando un antídoto para el consejero Zeldriz y la señora Zolarix, compensando la falta de experiencia con sus ganas de trabajar y mucha tenacidad.
—¿Por qué?, ¿por qué no lo consigo?, ya lo he probado todo —dijo retirando el hollín de su cara, mientras pensaba en su última visión sobre la peligrosa situación en la que se encontraban en el palacio—. Somos presas indefensas —susurraba—. Necesitamos tiempo, tiempo para alterar los planes de nuestro enemigo, ¡y lo pienso conseguir! —aseguró, añadiendo un último ingrediente a la nueva poción que, explosionó sin remedio una vez más en su cara.
—¡Mmm! Delicioso —dijo, lamiendo su barbilla—. ¡Lástima! Creí que esta vez lo conseguiría, pero sigue sin funcionar. Un momento, ¿y si cambio la concha del escarabajo común por la del escarabajo rojo?, y añado… No, ¡tampoco servirá! —confirmó, corriendo hasta un extremo del bazar para consultar un enorme libro, difícil de manejar debido a su peso y tamaño—. Sí, ¡sin duda!, no es del todo imposible —divagaba el joven Ázdeli antes de llegar a leer el apartado especial—. Perfecto, ahora solo necesito conseguir una pizca de… ¡Qué…! Por las meigas del tiempo, ¿no podía ser algo más sencillo? Como ojos de ganso, esencia de mariposa o dientes de Ovalí. ¿Tenía que ser cuerno de unicornio vivo?
Fue entonces cuando escuchó voces y se detuvo un instante hasta que lo tuvo claro. La voz de Cuorhy, era muy difícil de olvidar, por lo que dedujo que la otra era de su hermano.
—Horhy, ¿sabes algo de Ázdeli? ¡Su puesto sigue cerrado!
—¡Je! Deberíamos entrar, nadie podría reprochárnoslo. Después de todo, el mismo zahorí Vári, nos ordenó retirar los cortinajes. Solo estaríamos cumpliendo con nuestro castigo —dijo el elfo mariposa con una sonrisa que invitaba a la polémica.
—Sí, ¡tienes razón! Y hasta podríamos aprovechar para llevarle un presente a madre, seguro que así se le pasará el disgusto por lo sucedido anoche…
¡Esta mañana seguía tan enfadada por lo que hicimos con el búho que se ha negado a prepararnos el desayuno!, —recordó Cuorhy, rascándose el cuello, al tiempo que levantaba los hombros, agudizando su tono, como si estuviera en un eterno pellizco.
— Ya, si no nos llega a pillar, el bicho, no sale vivo.
—¡Debo darme prisa! —susurraba Ázdeli—. Tengo que hacer desaparecer todo en lo que estoy trabajando. Si entran y me descubren, estoy perdido —aseguró temiendo las afiladas lenguas de los dos miembros más cotillas y problemáticos del festival—. Euq se etluc’ ao —murmuró, y la mesa donde se encontraba preparando la poción se ocultó tras un conjuro. La magia se agitaba en su interior, libre al fin. El joven aprendiz la utilizaba con la destreza de un zahorí experto. Además, ¡solo estaba empezando! Miró el cortinaje y, levantando los brazos por encima de su cabeza, pronunció:
—Dajed rasap al zul… —abriendo las pesadas cortinas al tiempo que agitaba sus manos.
—¡Por la Foresta de Tanzanita! ¿Cómo has hecho eso?, —gritaron los gemelos—. No sabíamos que un mago joven tuviera ese tipo de poder.
Entonces Ázdeli, permaneció en silencio, comprendiendo que no había elegido el mejor momento. Por lo que contestó, quitándole importancia.
—Pócimas —afirmó.
—¿Pócimas?, —preguntó Cuorhy, entornando los ojos.
—¡Sí! ¡Pócimas! Son de lo más comunes, ¿no entiendo tanta sorpresa?, —contestó Ázdeli, sin tener clara la mentira o cómo acabaría—. Esta, en concreto, es de las más sencillas —aseguró, mirando a la estantería de su derecha, esperando que sus compañeros de bazar no supieran nada de magia y, observando las opciones, optó por la crema de juventud—. Sí, veréis, se coge una de esas pociones doradas y se arroja al umbral —dijo, confundiendo a sus compañeros de bazar. Sin embargo, mentir no era uno de los dones del joven Lidot, y era sabido que los elfos mariposa desconfiaban hasta de su sombra, ¡estaba en su naturaleza! Aun así, se mantuvo firme cuando los gemelos exteriorizaron sus dudas rascándose la cabeza.
—¿Y si coges la fórmula plateada?, —preguntaron.
—¡Pues! ¡Pues! ¡Es evidente! La plateada la vuelve a cerrar —aseguró Ázdeli, conteniendo su miedo con aplomo.
—Entonces, si tiro esta contra el suelo, ¿se cerrará?, —dijo Horhy, alzando la pócima sobre su cabeza, mientras observaba la reacción de Ázdeli.
—¡Eso mismo! Pero, antes debes pagar tres piezas de oro. Me gustaría mostrártelo sin coste, pero acabo de gastar la última muestra —añadió sin dejarlo terminar, intentando persuadirlo de su propósito con el elevado dispendio.
—¿Tres piezas de oro? ¿Has perdido la razón?
—¡Je! —gruñes como el viejo Maestre —dijo Cuorhy.
—¡Al menos no tengo voz de damisela en apuros!, —respondió hiriente, Horhy, molesto por la comparación—. ¡Y tú! —inquirió, dirigiéndose a Lidot—. Debes poner los pies en la tierra, ni un borracho pagaría esa cantidad. Es el jornal de una semana de duro trabajo en el bazar; por ese precio prefiero, tirar de las cortinas y ya… —Afirmó, colocando la pócima en su lugar.
Desde ese instante Ázdeli se sintió aliviado. Los gemelos habían estado muy cerca de descubrirlo, así que decidió mostrarles algo más económico, que sabía que al menos uno de ellos no rechazaría.
Tengo tónico de Lis, a muy buen precio —dijo prometiendo a Cuorhy acabar con su problema de voz.
Poco después, los habitantes comenzaron a llegar al festival y Ázdeli, por fin, se despedía de los gemelos.
—¡Gracias! ¡No olvidaré esto! —dijo Cuorhy estrenando un recio y resolutivo tono de voz.
—De nada, Cuorhy, ¡nos vemos al cierre! —dijo Lidot, despidiendo a la molesta visita con una sonrisa—. ¡Por fin! No creo que esté tan contento cuando los efectos de Lis desaparezcan, pero ahora no puedo encargarme de eso; lo primero es dar con una solución. Sí, ¿quizás?, puede que funcione —dijo, retomando su trabajo mientras el festival transcurría con normalidad.
Horas más tarde, el joven seguía investigando, pero sin conseguir nada más que una cadena de fracasos. Era tarde y las continuas interrupciones de los compradores no facilitaban su labor, por lo que decidió salir del bazar unos segundos y respirar, algo que no fuera el olor de la desilusión. La imagen de la llanura era estimulante para el joven aprendiz. La tenue luz de las lámparas de aceite se movía levemente por la ligera brisa de la doncella del oeste que, acunando entre sus invisibles ondas las voces del pueblo, las llevaba consigo en dirección este.
Allí, sobre la copa de una secuoya, se encontraba Xium escuchando con atención lo que traía con ella…
De repente saltó en la oscuridad siguiendo su instinto y en cada uno de sus impresionantes vuelos, era recogido e impulsado a otra rama. Poco después se hallaba en tierra firme. Pero en esta ocasión no estaba solo. ¡Su hermana Loum corría con él! Y lo hacía con la misma agilidad que su hermano, pero con extrema imprudencia, que le permitió llegar la primera al encuentro de la princesa Híz.
—¡La madre nos protege!, —dijo Loum, susurrando al oído de la primera nombrada que, con destreza, saltó sobre la recién llegada, provocando un duro enfrentamiento entre ambas. ¡La princesa elfa permanecía en posición de combate, daga en mano! Al igual que su sigilosa adversaria que se movía en círculos esperando un descuido de la Turmalina…
Híz atacó primero, pero sin conseguir herir a su adversaria que corría hacia el saliente de una roca para saltar, aprovechando el impulso para volar sobre la nombrada y rasgar su vestidura en la caída. Esta observó, molesta, cómo parte de la protección de su armadura había sido dañada. Ni siquiera la llegada de Xium las detuvo:
—¿Aún seguís jugando a eso? Vamos, dejen de rodar por el suelo como si fueran niñas —les advirtió al reconocer el lugar. Se encontraban en tierra de centinelas y, por lo general, no solían ser buenos anfitriones—. Dejadlo estar antes de que suceda algo… ¡Yo me lo pensaba dos veces antes de molestar a una secuoya ancestral!
Pero, era demasiado tarde. Pues con sus juegos habían despertado al temible Pícem, centinela principal del bosque.
—¡Silencio, jovencitas! —gritó muy enojado.
—No digáis que no os lo advertí, ahora os daré otro consejo, ¡corred! —gritó el príncipe terio riendo a carcajadas.
Y no se equivocaba, Pícem se cobraba la ofensa…
—¡O quedaros donde estáis, jovencitas! ¡Igual vais a pagar por obligarme a salir de mi sagrado descanso! —gruñó Pícem, vinculándose a sus hermanos, que despertaron a la orden del centinela para provocar la caída de las guerreras; y lo hacían levantando sus raíces con riguroso acierto. A pesar de que ambas corrían inútilmente para evitarlo, hasta que fueron abatidas.
Loum fue la primera en levantarse, mientras Híz permanecía en el suelo ofreciéndole una sonrisa que le fue devuelta por la princesa teria tras ayudarle a incorporarse.
—¡Me alegra verte, hermana! —comentó Híz, inclinando la cabeza con afecto y respeto—. ¡Sé que lo quieres tanto como yo! —Loum se abrazó a ella y contestó:
—Siempre ha sido y será así. ¡Sé que él siente lo mismo por mí!, y aunque lamento no ser la señora de su corazón, él siempre será señor del mío.
Xium se encontraba no muy lejos de allí, vinculando sus manos al centinela y tras disculparse con él, caminó sonriendo al encuentro de ambas.
Aunque parecía distraído, intentaba evitar perderse en el rostro de la princesa elfa, y en un descuidado mechón de cabello que, la hacía parecer aún más atractiva.
—Os aplaudiría otra vez —dijo burlándose, pero buscando el contacto visual con la que ahora llamaban la primera nombrada:
“La necesito tanto como respirar, y ella a mí. Aunque jamás lo reconocerá”, pensó antes de añadir—. Sin duda os aplaudiría. Dos guerreras admiradas por sus respectivos pueblos, recibiendo azotes, por enfadar al viejo árbol centenario ¡Sí, muy maduro!
Pero lo cierto es que me escuece perder el tiempo, y eso que no son mis posaderas las que han recibido el castigo —dijo bromeando, al ver cómo ambas se frotaban los muslos para aliviar el picor de su aventura.
Sin embargo, no por ello podía dejar de discutir la estrategia a seguir para cumplir con su palabra, y tras conseguir la atención de ambas, sacó un plano de palacio y pidió a Híz que le sirviera de atril improvisado para poder dar las instrucciones de vuelo pertinentes a su hermana. Mientras rozaba la piel de la nombrada, con cada punto a tener en cuenta.
A continuación, le proporcionó las instrucciones a ella. No les llevó mucho tiempo ponerse de acuerdo y, al concluir, los hijos del bosque hicieron visibles a sus hermanos de eclosión… Briut y Amit extendían sus alas hasta alcanzar la superficie terrestre, lo que provocó que ambos terios desplegaran sus escudos simultáneamente. Luego Xium hizo una señal a Híz para que se resguardara junto a él, pero ella lo rechazó.
—Oducs’ ae… —pronunciaron, y el velo impenetrable de sus escudos los protegió al instante del frondoso lecho que se levantaba empujado por el doble aterrizaje de sus monturas, haciendo girar cientos de hojas. En aquel momento, Híz se estremeció en el ojo del hermoso tornado de tonos cobrizos y gualdas.
Pues, la doncella del sur no perdía la ocasión de ejercer de celestina, llevando su picaresca hasta el límite de conseguir de sus ondas un suave acorde al contacto con las hojas… La imagen fue impactante para Xium, pero no tanto para Loum, que reaccionó llamando la atención a su hermano.
—¡Vamos, cierra la boca!, eres el futuro rey
—¡Si no hay otro remedio! —suspiró él sin dejar de mirarla—. ¡Es la hora! ¡Tenemos que asistir al segundo nombramiento!, —dijo, caminando hacia la primera nombrada para retirarle una pequeña hoja que, se balanceaba sobre una de las plumas que daban dirección a las flechas de la maestra arquera.
—¡Nos veremos donde encontramos a Zeldriz! —indicó la guerrera cautivada por su atractivo.
Poco después, Híz observaba cómo se alejaba, sintiendo un miedo que la dividía. Pero que no tardaría en desaparecer, al ser descubierta por él.
En ese momento, su actitud cambió. Había amado al terio tan furtivamente como lo miraba en ese instante. Sin embargo, ¡no podía olvidar que a él no le importó perder ese amor, o que se convirtiera en dolor para conservar su independencia! Y aun herida, alzó el cuello y se restableció, intentando obviar que Xium había disfrutado de su descuido. Ahora, ya nada de lo ocurrido entre ellos, era siquiera conveniente, por más que permaneciera. Necesitaba alejarse, y lo haría corriendo hasta la llanura. Sin duda, sería la mejor manera de apartar de su mente el sentimiento que le había provocado su debilidad. Así que forzó el paso y aumentó la velocidad para desahogar aquella corriente de deseo y frustración que la invadía, antes de llegar a su destino. Afortunadamente, llegó a tiempo para ocupar su lugar en el nombramiento sin llamar la atención, y allí permaneció alerta entre la multitud…
El zahorí mayor llegaba extremadamente tarde. Sin embargo, los presentes gritaron de alegría al verlo salir de la carpa de eventos. Lo que por supuesto molestó al señor Fixex, ¡que lo seguía pasos atrás!
—¡Lo que tiene ser alto y agraciado! —murmuró—. ¡A esto se le llama público! ¡Porque lo de ayer más bien parecía un rebaño!
La ceremonia comenzó de forma apresurada. ¡El zahorí mayor Vári desplegó el pergamino una pulgada más que el día anterior, haciendo referencia al día, al mes y a las casas …!
Después miró a su alrededor, guardando unos minutos de silencio, en los que parecía buscar a alguien, o algo, entre aquel loco mar de cabezas.
—Bien, dado que esta noche no hay ninguna interrupción.
¡Foresta de la casa Jaspe!
¡La Sword lady Arizha Said!
En esta ocasión, el sabio Vári no perdió tiempo en solemnidades, y con la misma apresurada intención con la que comenzó la ceremonia la terminó. Más todos los aldeanos lo relacionaron con el singular momento que este nombramiento provocaría:
La multitud disfrutaba en silencio el rito legendario de las ninfas, que consistía en el vibrante sonido de sus alas entonando una dulce melodía. Todos parecían expectantes ante Lady Arizha; su destreza extrema como Sword no necesitaba adornos, y cuando cruzó los brazos sobre su pecho e hincó la rodilla, desapareció de la vista de muchos por su pequeña estatura, para elevarse envuelta en el fugaz resplandor del cambio, tras el cual, la Sword había aumentado su tamaño en más de setenta pulgadas.
—¡Oooh! —exclamaron todos sorprendidos.
—¡Fascinante! —gritó alguien desde las gradas más altas, provocando que muchos le siguieran.
De repente Hiz pensó, que había llegado el momento perfecto para confundirse entre el gentío y alcanzar así su destino, hasta que al ver al príncipe se quedó paralizada. Xium se encontraba en el suelo, aparentemente herido. Sin embargo, Briut y Amit lo protegían en su estado más salvaje. Ciegas de fervor, las aves no permitían que nadie se acercara a su futuro rey.
En ese momento, Híz echó en falta a la princesa teria, por lo que miró a su alrededor buscando entre las sombras, y llevando sus manos a la boca las colocó de forma entrelazada para emitir un peculiar sonido, esperando que Loum le contestara, pero minutos más tarde seguía sin haber señales de ella.
—¡Ajbhó, vuelve tu mirada hacia ellos y, no permitas que les suceda nada! —me rogó Híz, mientras corría en dirección al príncipe hasta que le pareció imprudente. Luego, lo hizo agazapada para acercarse a él sin ser atacada por las celosas aves. Pero ¡sin éxito!, Amit, no tardó en descubrirla, atrapándola, y despidiéndola con fiereza por los aires.
Tras el golpe, lo único que se escuchó fue un sordo gemido de dolor, indicando la dureza del encuentro con el abrupto lecho de tierra, que dejaba a la primera nombrada conmocionada por la falta de aire en sus pulmones.
Las desconfiadas aves bruma miraban hacia el festejo para asegurarse de que nadie más había notado su presencia… ¡Afortunadamente, nadie lo había hecho!
Poco después, Híz recuperaba la consciencia, estaba malherida, pero nada podía evitar que lo ayudara. Se mantuvo inmóvil, confiando en no parecer una amenaza, hasta que se dio el instante que necesitaba y cubrió con su cuerpo el de Xium que, por fin, parecía dar señales de vida.
Fue entonces cuando el guerrero pudo ver cómo la miraba su montura, Briut estaba decidido, y mirándola con tristeza, intentó sin apenas fuerzas apartarla de su lado para que no la atacara.
Ella lo supo al instante. Había leído la sentencia, en el salvaje iris grisáceo del guerrero; en ellos, el futuro rey revelaba la temida verdad a través de sus lágrimas. También sería el último día de vida para ella, si no lo evitaba.
En ese instante, cuando los labios de la primera nombrada se abrieron, Xium pudo escuchar con tristeza sus últimas palabras:
—¡Nunca dejaré de amarte! Te estaré esperando en la manada —manifestó Híz, rozando sus labios con un beso.
—¡La madre nos protege! —exclamó Xium en ese instante, en el qué una vorágine de emociones y pensamientos de rabia y negación, le llevó a amparase en su fe. Esto le ayudó a mover su brazo y no paró en su esfuerzo hasta que finalmente tocó su tatuaje.
—Oy em onu oy al olucniv oy al otpeca… —pronunció infringiendo la labor sagrada de la diosa Encina.
No obstante, de su pecho surgió un poder desmesurado y desconocido para él, que se originó debido a la pureza de su amor, penetrando con suavidad a través de los labios de ella.
—¡Apartaos! —Gritaba incorporándose para cargar su arco, preparada para atacar, y aunque se sentía confusa, se cuestionaba qué sus heridas no parecían restarle fuerza, la debilidad de su cuerpo la abandonaba, permitiéndole sentir cómo se volvía poderoso.
Algo desconocido para ella hasta ese momento. Y tan sorprendente como fue el comportamiento de ambas monturas, quienes, a pesar de las amenazas, no la atacaban.
¡Se postraban ante ella hipnotizadas por la luz extraña que emitía en la cara interior de su brazo, que la distinguía ante las aves bruma como hija legítima del Bosque Terio, hermanada en una eclosión infinita!
«Pues el príncipe Xium de Nor se había unido a ella para salvarle la vida, concediéndole ser la única en su especie marcada por amor para ser protegida…».
La valiente guerrera permanecía inmóvil a los pies del príncipe salvaje, como salvaje era el torrente de energía que recorría su cuerpo, manteniéndola inmóvil por unos instantes en los que arriesgaba su vida, porque la Deidad de las leyes no escritas podía requerir su sacrificio para la Nebulosa de la Araña. Nada estaba decidido y no lo estaría hasta que la unión terminara. Poco después, la guerrera recuperó el control de su ser y con ello su propósito… La nueva Híz subió a la montura del terio, cargando en su regazo al guerrero. Y dispuesta a levantar el vuelo, ordenó al ave bruma:
—Amit, ¡busca a la princesa Loum! ¡Vuela toda la noche si es necesario, y no regreses sin ella!
En ese instante, las dos monturas levantaron el vuelo de manera conjunta. Sin embargo, ella se dirigía al más recóndito lugar del bosque al encuentro de la madre Encina. Algo impensable para otros, pero no para ella, que desde su niñez había correteado por él, y lo conocía, como la palma de su mano. En parte debido a la reina Nor, quien le había enseñado todos los secretos del bosque, al tiempo que hacía lo mismo por sus vástagos, Xium y Loum.
Hiz sabía que la reina Nor la esperaría en la Colina del Velo. Pero la realidad era mucho más abrumadora. Pues el vínculo había reunido a todos los terioense del lugar a la espera de su príncipe.
Cubierta por la bruma de centenares de hermanos de eclosión, las estrellas habían dejado de brillar sobre las tierras terias que resultaban tan oscuras como aterradoras. Solo podía haber una razón para que los animales enmudecieran; el lugar, se encontraba ocupado por los hijos del bosque, y allí esperaban un sonido en particular, que no era otro que, el fuerte batir de las alas del comandante Briut. Poco después, el inquietante silencio se rompió cuando este tocó tierra.
Híz observó el rostro de Xium y con mucho cuidado se deslizó hasta sentir cómo el rocío de la hierba humedecía la piel de su calzado. Sus pasos eran lentos, pero firmes, y a pesar de que el guerrero permanecía inconsciente, la primera nombrada pudo tirar de él cuando el ave bruma se inclinó..
—¿Deseáis mi ayuda? —preguntó el comandante Briut.
Entonces ella levantó el mentón, sorprendida, porque podía oírlo—. ¡La madre lo protege! —agradeció honrando su cortesía, al tiempo que inclinaba su cabeza como muestra de respeto. Este le devolvió el saludo y, recogiendo el cuerpo de su hermano de eclosión sobre su espeso plumaje, le empujó con suavidad hasta el lecho de musgo de la diosa Encina.
—¡Ahora está con la madre! —suspiró Briut, y haciendo lo mismo por ella, la dejó junto al guerrero antes de retirarse.
Fue entonces cuando Híz se postró para dedicarle una súplica a la diosa, sintiéndose una más de sus hijas.
—Erdam ednei’ ata im rolod… Le ed artse’ auv ajih… atse isa rop im… —pronunció en la antigua lengua—. ¿Podrías salvarlo? Te ofrezco mi vida —juró, arrodillándose, y sacando su daga de la vaina, la colocó sobre las raíces de la diosa, mientras observaba las heridas de Xium que, desbordaban en ella un sentimiento de profunda tristeza que aletargaba su cuerpo—. Por favor, Erdam edne’ ata im rolod… Le ed artse’ auv ajih… atse isa rop im… —imploró una vez más esperando la gracia.
—Son palabras, sinceras, y llenan el corazón de la Madre —aseguró la reina Nor, saliendo de las sombras del ancestral tronco; a través de él, sentía el influjo de su predecesor Uzcam y a su esposa, Dikaz. Ambos estaban allí ante la posible pérdida del futuro rey.
Todos esperaban la gracia de la encina en un rotundo silencio, y de repente brotó, al igual que un pequeño arroyo que se abre paso a través de la roca… La sanadora luz, atravesaba la gruesa corteza hasta llegar al verde lecho en el que se encontraba uno de sus hijos. ¡Savia y sangre se hermanaban, una vez más! Pero tras retornar a su lugar, el joven guerrero terio no mostraba señal alguna de gracia.
Híz dudó por un instante hasta contemplar con un nudo en la garganta cómo se abría la corteza de la madre, eso era todo lo que deseaba… La señal de que la encina aceptaba la imprudencia de su hijo, permitiendo que este entrara en su interior para sanar sus heridas…
Muchas eran las miradas terias que, ocultas por la oscuridad de la noche, observaban desde la distancia hasta que poco a poco fueron acercándose. Entre ellos y un pequeño grupo formado por la primera guardia que alzó el frío cuerpo del príncipe, que antes de ser depositado en el hueco concedido por la madre, ¡desangraba el resto de su vida sobre los hombros de sus leales guerreros!
Fue entonces cuando el pueblo terio al unísono tocó su tatuaje y todas y cada una de las brumas se hicieron presentes. El estruendo que provocaba su vuelo sacudía los oídos de la joven, que observaba maravillada la grandeza del reino terio. Emocionada, no pudo, sino aceptar que aquella imagen de poder evidenciaba que el pueblo terio no tenía rival a la hora de rendir homenaje a su futuro rey, incluso los más ancianos extendieron la reverencia hasta la primera nombrada. Pues ya podían reconocer el poder del bosque en ella y sabían lo que ni la misma Híz imaginaba. Segundos más tarde, todo desaparecía. El particular tañido del bosque tornó a su naturaleza junto con el brillante cielo estrellado. Al verse sola, la primera nombrada miraba a su alrededor, sorprendida…
—¿Por qué se ha cerrado el tronco de la madre? ¿Dónde han ido todos? ¿Y el príncipe?
—La diosa no da explicaciones, princesa —aseveró Briut—. Ahora debemos irnos.
A la mañana siguiente, Híz se encontraba sola en sus aposentos, centrando sus pensamientos en el comandante.
«Desde pequeña había escuchado a su hermano hablar sobre él, siempre como guerrero victorioso. Incluía a Briut entre sus voces representando las conversaciones que aseguraba haber tenido con él, y cómo, solo era posible ante el amparo de la arbórea, porque no había otra forma de oírlo una vez que nacía la luz del día. Aunque lo cierto es que Híz siempre había pensado que se trataba de imaginaciones de su fantasioso hermano…».
Sin embargo, ¡ahora sabía que decía la verdad! Ella también había escuchado la voz del comandante bajo la luz de las antorchas en la Colina del Velo. Aquello la turbaba. Se preguntaba si todo lo acontecido no sería provocado por la angustia que sentía…
Pero ¿cómo podía explicar entonces que esa misma noche, tras lo sucedido, tuvo la ocasión de escucharlo una vez más, cuando la acompañó a pesar de su negativa, dejándola en el límite del bosque junto al puente de piedra del río Faxiux?
“Cruce, sin ser vista y no mire atrás hasta que esté a salvo en las frías tierras de Turmalina, le aconsejó entre susurros el místico comandante antes de regresar con su pueblo…”
—¡Ya es hora de buscar respuestas! —aseveró la primera nombrada, que se encontraba en el pequeño balcón de su estancia privada, donde la brisa de la mañana helaba su rostro, cuando un fuerte escalofrío le recordó todo lo sucedido… Se moría por saber de su hermano y esperaba que tanto Xium como Loum se encontraran a salvo bajo la protección del bosque terio.
Pensativa entró en el interior de su dormitorio al abrigo del Alcázar Real, preguntándose cuántos peligros más la acecharían.
—¡Nadie debe verlo! —aseveró mirando su tatuaje. Por lo que tomó la decisión de añadir un brazalete más a su armadura, con el único propósito de ocultar los anillos de su tatuaje—. Esto servirá, ¡hasta saber en quién puedo confiar! —susurró, impaciente, por saber cómo cambiaría su vida tras lo ocurrido la noche anterior, porque ya podía notar algunos cambios que llamaban su atención. ¡Como la facultad de percibir los sonidos del bosque y diferenciar entre todos ellos la voz de Xium, que la llamaba repetidamente!
Por ello, guardando su dolor en el más recóndito lugar de su corazón, se apresuró a vestirse. Sin embargo, algo llamó su atención, algo extraño le sucedía a su prendedor.
—¡Esto es nuevo! —afirmó al verlo dividido.
Pues este se había multiplicado en cinco partes de igual semejanza, manteniendo su diseño original. Híz se inclinó y con prudencia tocó cada pieza con la curiosidad de una niña, buscando la forma de encajarlas, pero no resultaba fácil. Así que sonrió y decidió probar otro tipo de peinado, colocando su ondulado cabello a un lado del cuello y sosteniéndolo con una mano. Sin mucho acierto, adaptaba su peinado al cambio del prendedor con la otra, pero al tocarlo, una voz infantil llenó su mente con una proclama.
«Tres jornadas… Puede que cuatro, después, esté o no preparada la princesa, se suscitará la eclosión, y la joya revelará su poder».
—Al parecer tú también has cambiado —dijo, recogiéndose el cabello, y retorciéndolo hasta conseguir enrollarlo, se ayudaba de las cinco hojas para afianzarlo. Luego, se acercó a la bandeja del desayuno y picó algo mientras ponía en orden sus pensamientos, saliendo de ellos no mucho más tarde cuando la doncella tocó a la puerta.
—¿Se encuentra bien, alteza? Apenas ha tocado la bandeja, ¿desea que le traiga otra cosa?
—¡No, Ailis, está bien! Con todo esto de los nombramientos, tengo el estómago un poco agitado… Creo que saldré a caminar, y ya comeré algo en la aldea —dijo Híz, dirigiéndose a la salida—. No me espere levantada, me quedaré allí a pasar la noche.
—Avisaré al servicio de su deseo, alteza —aseguró Ailis poco antes de que la princesa elfa saliera de la estancia. Lo que no llamó la atención de la joven doncella, porque todos sabían que caminar era una de sus pasiones. Y, apoyándose en ella, la primera nombrada corrió en dirección al Bosque Terio, protegida por la densa humedad de la mañana…
Poco después de emprender el camino, la sensación sin confirmar de ser seguida le restaba tranquilidad, por lo que comenzó a correr tan rápido como sus nuevos dones le permitieron, pero ¡aun así, sus dudas persistían! Así que decidió esperar a la noche, ¡entonces lo volvería a intentar! Pues, aunque anhelaba volver a verlo, no acudiría a la llamada de Xium. No podía poner en peligro la seguridad de la Colina del Velo. Y ayudada por la misma niebla con la que comenzó su camino, ¡continuó en dirección a las Rojas de Carmelian! Allí tantearía el terreno en busca de aliados.
Deja una respuesta