
El Betis se marchó de Vallecas con un punto que suma en la estadística, pero resta en ambición. Resignado, incómodo y sin colmillo, el equipo de Pellegrini firmó un empate ante un Rayo Vallecano que fue superior en sensaciones y dominio, aunque incapaz de traducirlo en goles. Los verdiblancos siguen invictos lejos de casa, sí, pero noches como esta vuelven a dejar la sensación de que, a día de hoy, al Betis todavía le cuesta dar ese paso adelante que exige la pelea por los cuatro primeros puestos.
El partido se torció pronto. Tras un par de acercamientos iniciales, la lesión de Diego Llorente en el minuto cinco fue un mal presagio. Bartra entró de urgencia y, a partir de ahí, el Rayo se adueñó del ritmo. Intensos, verticales y agresivos, los de Íñigo Pérez empujaron a un Betis que no encontraba el balón ni las conexiones, con demasiados jugadores desconectados y sin capacidad para enfriar el encuentro. Vallecas marcaba el pulso y el Betis lo sufría.
La primera parte estuvo marcada también por el controvertido criterio de De Burgos Bengoetxea. Muy permisivo con la intensidad rayista, dejó sin sanción varias entradas duras, especialmente de Mendy y Pathé Ciss, que bien pudieron costar alguna amarilla más… o algo peor. Sin excusas, eso sí: el Betis apenas generó peligro. La ocasión más clara en todo el partido fue para Ruibal, y poco más. Demasiado poco para un equipo que aspira a cotas mayores.
En la segunda mitad el guion no cambió. El Rayo siguió presionando arriba, asfixiando la salida de balón, y el Betis nunca terminó de reaccionar. La entrada de Lo Celso no alteró el escenario y ni él ni Riquelme aprovecharon la oportunidad para reivindicarse en una noche sin Abde y con Isco aún fuera. Pellegrini fue claro después: “Si no se puede ganar, que no se pierda”. Y así fue. Un punto que mantiene la racha a domicilio, pero que deja una reflexión inevitable: para mirar de verdad hacia arriba, el Betis necesita algo más que resistir.
