
El Ramón Sánchez-Pizjuán volvió a latir como en las noches grandes. Con un fútbol reconocible, compacto y lleno de coraje, el Sevilla FC arrolló al FC Barcelona con un 4-1 que retumbó en toda España. La grada lo supo desde el inicio: aquel aire denso y vibrante anunciaba que algo grande iba a pasar. Y pasó.

Un comienzo con alma y estrategia
Desde el pitido inicial, el Sevilla mostró una versión ambiciosa, con presión alta y una sincronía que hacía tiempo no se veía. Almeyda apostó por un 4-2-3-1 sólido, con un medio campo dominado por Agoumé y Sow, y con Isaac Romero arriba, con Vargas por izquierda y el chileno Alexis Sánchez en derecha.
El primer tanto llegó pronto: penalti en el minuto 13, ejecutado con temple por Alexis Sánchez, que engañó por completo a Wojciech Szczęsny. A partir de ahí, el conjunto hispalense se creció, y el Pizjuán rugió con ese eco que sólo se escucha cuando el Sevilla juega a lo que siente.

El segundo gol, obra de Isaac Romero, fue la culminación de una contra perfecta. Desmarque, pausa y definición. El joven delantero de Lebrija levantó los brazos mirando al Gol Norte, sabiendo que estaba escribiendo historia.
El Barça, desconectado; el Sevilla, desatado
Rashford descontó antes del descanso, con un golazo a pase de Pedri pero el Barça nunca llegó a dominar. El Sevilla, firme en defensa y sereno en la salida, no perdió el pulso. En la segunda parte, tas graves intervenciones de Vlachodimos, incluso forzando con su serenidad bajo palos, que el polaco Lewandowski fallara un penalti al tratar de ajustar el balón al palo y ya en el 90, José Ángel Carmona para culminar un gran encuentro, puso el 3-1 de disparo cruzado y en el 96, el delantero Akor Adams, recientemente convocado por su selección de Nigeria, en el tramo final, sentenció con una definición fría y calculada lavando la canasta al aire en un estado de éxtasis total.

El 4-1 reflejó no sólo el acierto, sino la mentalidad: la de un equipo que creyó, que peleó cada balón dividido y que no se arrugó ante un rival que, por momentos, parecía desorientado.

En declaraciones, Almeyda, con una sonrisa que no podía ocultar, dijo:
“Esto no es casualidad. Llevamos semanas trabajando para recuperar la identidad. Hoy el equipo fue solidario, ambicioso y valiente. Así quiero ver siempre al Sevilla.”
Isaac Romero, uno de los héroes de la noche, confesó:
“Soñaba con marcarle al Barça desde chico. Pero más que el gol, me quedo con cómo jugamos todos. Esto va por la afición, por la gente que no deja de creer.”
Sin duda una victoria épica, una goleada histórica, tres puntos muy importantes y la confirmación de que el equipo responde a lo que pide el míster argentino, en comunión con una grada enloquecida, ávida de alegrías.
