No se crea Martinez Ares que él y los suyos son los únicos que habitan una cueva. Para nada. La gran diferencia es que él y sus secuaces voces imposibles usan la caverna como guarida desde la que lanzar al mundo, a su mundo, a Cádiz, dardos envenenados en forma de coplas y piropos más imposibles que sus voces y yo, este estresado autónomo utilizo mi escondite para todo lo contrario. Me siento profeta invisible, sordo y mudo, en caverna prestada porque desde aquí, asiento arriba, asiento abajo, encuentro mi paz por un ratito entre paredes de cristal, metacrilato, techos altísimos y un ambiente silencioso que invita a la escritura comedida, a la lectura tranquila y al diseño pausado y así, llegar a que las pulsaciones se ralenticen y mi reloj no me anuncie, a modo de alerta que, llevo varios minutos con las pulsaciones por encima de…
Mi cueva tiene luz, muy luminosa. En ella no habitan monstruos pues los monstruos se quedan fuera, que haberlos haylos…
Mi caverna me permite dejar volar la imaginación, encontrar la concentración y ponerme alas con las que volar sin moverme de mi asiento.
Mi escondite también lanza disparos, con silenciador, o debería, pero aquí todos están silenciados. Se podría decir aquello de será la edad. Pero no… nosotros también la tuvimos y…
Mi guarida es guarida para mí y campo de exterminio para todos los demás; ahora sí será cosa de la edad…
Esta gruta en la que me hallo, no es subterránea aunque hay que deambular cuidadosamente por caminos insospechados hasta dar con ella. Cripta donde yacen los sueños de muchos, bodega donde el vino escasea y los barriles solo sirven de apoyo moral.
Alguna voz susurrada detiene mis palabras, alguna hoja que en su atrevimiento arremete contra lo establecido y se mece en las manos adecuadas, sombras en una covacha, espíritus que caminan errantes en esta zahúrda ordenada… así es mi caverna.
Ya suena retreta. Siempre la misma cantinela, siempre la misma reyerta aunque cada día sea una aventura diferente. Salgo de mi escondite a pecho descubierto, con el pecho pleno de paz, ondeando su bandera, para afrontar la realidad de la que en estos minutos he conseguido evadirme.
Prosigue mi día a día que a ratos, se convierte en agonía y a otros, en hazaña.