Terminas tus estudios después de mucho esfuerzo, de muchos sacrificios, de renunciar a tantos y tantos planes sólo por labrarte un futuro, pero ¿es ese futuro cierto o incierto?
Cuando terminas haces tus prácticas en empresas cuyos dueños alaban tu forma de trabajar, tu dedicación y tus habilidades para desarrollar de manera eficaz todo lo que aprendiste delante de unos cuantos libros. Vienen a buscarte de otras empresas, y piensas que ha valido la pena todo lo sacrificado. Valoras nuevas condiciones, arriesgas y te vas y comienzas a trabajar en una empresa dedicándote en cuerpo y alma a ella, como si fuera tuya, miras por los pacientes/clientes, por tus jefes, y te sientes recompensada. Sólo confían en ti para el control de la actividad laboral, sólo tú entras para realizar cirugías y todo esto porque saben que eres buena, que mereces la pena como profesional y también como persona.
Pasan los años y sigues trabajando para esos dueños que depositaron en ti su confianza, te dan las llaves, los pacientes ya confían en ti antes que en cualquier otra persona, y de repente un día, tras muchos años de dedicación, ocurre algo inesperado. Una enfermedad, algo de lo que no estamos libres ninguno, y que conlleva la consiguiente baja, más larga de lo esperado por todos, incluso por ti misma… y tras un mes y medio regresas a tu puesto de trabajo, pero todo ha cambiado, ya nada es igual. Ya no eres competente, ahora no eres digna de confianza como para tener las llaves del negocio, ya te prohíben entrada en sitios que antes eran parte de tu puesto de trabajo, ahora las compañeras vigilan de cerca cada paso que das, esas compañeras que durante mucho se hicieron pasar por amigas y te pidieron consejos en momentos bajos y cuando el puesto de trabajo que corría peligro era el suyo.
Ahora te amenazan con abogados, con acuerdos para evitar despedirte y darte lo que es tuyo por derecho, te advierten que si te quedas la situación será desagradable, y tú sólo te preguntas ¿por qué? de repente te enteras que llevas tres años siendo una trabajadora conflictiva, te acusan de haber metido la mano en el bolso de compañeras y antes amigas, y ves como éstas impasibles no lo niegan, con lo cual pasa a ser tu palabra contra la suya.
Investigan en tus redes sociales, imprimen comentarios de familiares porque se sienten aludidos, aunque en ningún momento se les nombra, amenazan con evitar que encuentres otro puesto de trabajo si encuentra que tu familia escribe algo “indebido” en internet, y todo esto pasa ante tus ojos como una pesadilla que no termina nunca, que no cesa.
Es entonces cuando llegas a casa tras una interminable jornada laboral repleta de malas caras, empujones furtivos, comentarios indeseables, persecuciones por cada sala, amenaza tras amenaza, cuando el cuerpo ya no puede más y el raciocinio tampoco y surgen las preguntas.
Si realmente hace tres años que para ellos soy conflictiva ¿por qué han esperado a que me incorpore de la primera baja que cojo para hacérmelo saber? Si piensan que metí la mano en el bolso de mis compañeras ¿cómo lo han dejado pasar tan alegremente y me lo dicen ahora tras incorporarme de mi baja? Si tienen imágenes mías entrando en un despacho sin permiso ¿por qué han esperado a que me incorpore de la baja para ponerlo en manos de un abogado? ¿por qué ahora? Y sobretodo me pregunto, si no hubiera estado de baja, ¿seguiría siendo tan mala trabajadora, tan mala compañera o por el contrario todo hubiera seguido su curso sin mayor problema?
Y esto hace que psicológicamente mi estabilidad se haga insostenible, que cada día me levante con la angustia de tener que soportar la presión, los insultos, la acusaciones infundadas no sé muy bien en qué, las malas caras, los cuchicheos, las encerronas en despachos…Todo, todo hace que me sienta mal conmigo misma por no haberme dado cuenta el tipo de personas que cada día tenía a mi lado, con las que he compartido más que trabajo.
Esto tiene un nombre y se llama “mobbing”, y te destroza la vida. Te hace entrar en una espiral de angustia, miedo, y te hace sentir que no vales nada. Es el conocido acoso laboral y que hoy en día sigue existiendo y es una de las más frecuentes causas de acudir a la consulta de un psicólogo. Lo hacen, en su mayoría, para que te derrumbes psicológicamente y abandones por ti mismo tu puesto de trabajo, perdiendo de esta manera cualquier indemnización que pudiera corresponderte por despido improcedente. Y lo peor de esta historia es que es difícilmente demostrable ante un juez. Como siempre y como en la mayoría de las ocasiones, de nuevo gana el del “taco en el bolsillo”…
el guerrero says
5 noviembre, 2011 at 13:54La jodida vida del currito…del currito y sus dueños.
Mi madre tiene un dicho tan ordinario como sabio, y que lo aplica vcada vez que surge un tema similar, porque de estos hay infinitos. El refrán dice algo así como: «Todos los dueños son unos hijos de puta. Y el currante que llega a jefe, se convierte en uno de ellos»
Lo jodido de todo esto es que es imposible demostrar que no es verdad, porque en España la justicia no cumple eso de que se es inocente mientras se demuestra lo contrario. No, no…eres un asesino en serie, mientras eres incapaz de demostrar que eres un simple currante honrado.
Lástima de mano dura que nos falta en este país para acabar con toda esta serie de dictadores llamadores jefes.