Sonrío ahora, sonrío al acostarme y sonrío al despertar por la mañana. También cuando salgo de casa, cuando llego al supermercado o hablo con mis vecinos. Sonrío estando solo en mi cuarto y hasta le sonrío a las máquinas de mi trabajo.
Sonrisa ahora y sonrisa mañana, así todos los días, por tanto también sonreí ayer. Una expresión de la cara, una mueca a veces invisible que surge de mil maneras posibles. Y que ella sola es capaz de expresar y transmitir infinidad de sentimientos.
Un simple gesto, tan simple que alegra el alma y en su temporalidad alivia el dolor y los sinsabores sufridos. Tan simple que en su rescate seduce al mal propio llegando hasta el ajeno. Haciendo de su duración un regalo divino que debería ser eterno.