No me digas que esto se acaba justo ahora. Que estoy aquí abajo en tu portal con una maleta llena de sueños y algo de ropa. La copia de tu llave en mi mano, la sonrisa helada y el alma rota.
Encima traigo conmigo un pequeño papelito, con mi nombre escrito a mano, para ponerlo junto al tuyo en la entrada. En el buzón de lo pendiente por vivir, de los mensajes venideros.
No puede ser que sea ahora, que todo estaba dispuesto, que el sacrificio se había consumado y el campo empezaba a florecer.
Trago saliva mientras asimilo que no es posible, que todo es producto de mi imaginación o de un mal sueño del que no termino de despertar. Una pesadilla que aprieta, me hace sudar y acelera mis pulsaciones.
No me lo puedo creer. Si algo hice mal, dímelo, no te cuesta nada. Y quizás así consiga entender este mal entendido y pueda seguir andando mi camino. Un camino diferente, pero que con el tiempo cobrará de nuevo sentido.
No me digas que esto se acaba aquí, ahora. No me lo digas, porque de palabras está lleno el desconsuelo.
Palabras frías, palabras vacías. Palabras que engañan a los hechos, hechos que dejaron de ser siquiera palabras.
Deja una respuesta