La vida, eso que transcurre entre que naces, -primera decisión que no tomas-, sufres -la mayoría de las veces tampoco decides- y mueres -tu cobardía no te da para matarte-.
Pasas por ella, o ella pasa por ti, no hay más y lo usual sabes qué es, que ambas cosas ocurran y tú sigas mirando las musarañas mientras gotea tu baba en el pantalón de pana que te compraste hace 15 años, que ya llevaba otros 15 en la tienda, en una oferta que no podías rechazar. No podías rechazar…
La vida siempre la vida que dice el poeta y para ti hay que realizar una traducción específica porque ni vida, ni siempre, ni otra vez vida. La vida…
¿Te imaginas viviendo? No, no sabes lo que es. Para ti vivir es madrugar, peinarte adecuadamente -lo que marcan los cánones con la rayita al lado-, tomarte tu triste café en tu manida cafetera italiana porque era la que había en casa y que además, lo dejaste hecho de anoche, ajustarte el cinturón, que no correa que es un término progre, calzarte incómodamente y mantener tu cara de huevo todo el día hasta que se acaba y te vas a la cama con un triste sándwich sin mayonesa. Sin mayonesa…
Luego, llega tu fin de semana y con tu fiel amigo, otro triste de la vida, te confiesas agotado; más que agotado, frustrado y aún así no haces nada por sonreír. Ni la cerveza 0,0º caliente que te estás tomando la disfrutas. Claro!!!
Cae algún pelo mientras otros aparecen con tintes blanquecinos, canas y algún claro. Claro!!!
Afeitaíto de por la mañana, tu after shave y tu colonia de abuelo, tu camisa de cuadros, tu pantalón con pinzas y tus castellanos. Aaah, y la perenne cara de huevo que no la sueltas.
Aquí, postrado en la acera, entre cartones y con una sonrisa que desborda mi cara y desafía mi barba de ¿3 meses? te veo pasar a diario al aparcamiento, corriendo, sufriendo teléfono en mano. ¿Vives? Necesitas una vida nueva y aunque lo sabes y la deseas, te jubilarás, si la vida -esa que tienes ahora y que te maltrata física y mentalmente- así lo quiere para ti, y no sabrás qué hacer mas que madrugar porque llevas toda la vida haciéndolo y con suerte, algún día -pecando y asumiendo tu grave dejadez- no te afeitarás recién levantado, no tomarás café porque anoche se te olvidó y bajarás a la calle a desayunar con tu mujer -si te sigue aguantando la cara de huevo- y verás que hay gente a tu alrededor, que pasan cosas: se caen las hijas de los árboles, los perros ladran, sus amos recogen o no sus cacas, los niños van al colegio cantando la lección, hay aire que choca en tu cara, periódicos y libros por leer, música por escuchar, series que disfrutar, bares donde beber algo más que esa triste 0,0º y llegará la cartita del SAS y se te acabarán todos estos privilegios que un día, casi uno de los últimos, descubriste con cara de NO huevo…
Moraleja, ¡deja de mendigar!
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