ACTO CUATRO
En Lya amaneció un miedo sin igual, uno que jamás lo abandonaría incluso el día de su muerte, lo sabía.
» Yo no quiero morar aquí contigo, yo sólo he venido aquí por Mayo, porque tú me lo prometiste. «
Le comunicó directo y con un ligero titubeo en sus manos, reflejo del miedo que esa criatura inspiraba en él.
Lya se apartó unos cuantos pasos, no quería entrar a ese lugar en donde parecía que las pesadillas cobraran vida. Era ingenuo pero no torpe y sí había caído por una campana, pero ya no la quería más pues reflejaba que su amiga Mayo quizá estuviera preocupada o peor aún en una situación igual se desesperada que la del mismo cervatillo.
»Quiero ir a mi casa. Déjame ir. «
Sus albinas pestañas tenían aún el rastro de sus salinas lágrimas, aunque las enjugaba, la humedad persistiría en sus ojos y la rojez se hacía evidente cada que tallaba sus ojos.
*
El narrador abrazó el rostro de aquel ser con la oscura esperanza de que le entendiera, si eso cambiaría su vida, la vida que esa inocencia había llevado hasta el momento, él mismo le ayudaría a sobrellevarlo.
Sostuvo ambas manos y las besó, como sólo él podía permitirse, pues si lo había creado, había llegado a amarle a su manera, en cada gesto le dañó tenuemente, pues en cada gesto estaba impresa la pasión que sólo un narrador de historias y fantasía oscura podía crear. Imprimió una caricia en la rojez de sus mejillas, lacerante como cándida desde la negrura de su corazón. Debía revelarlo si pretendía el no perderle, el que desapareciera después de tanto tiempo de haberlo buscado.
Comunicó a través de sus manos, callada y calmadamente, en él se percibía todo cuanto alguna vez había querido gritarle al mundo, al cosmos, a las galaxias, a las estrellas; que había podido crear a la mismísima inocencia. Su creador había sido cruel por haberle dado ese don.
» Luz radiante, que ilumina la noche, debes saberlo pues no puedo ocultarte la más cruda verdad. Poseo el don de crear a través de mis historias, todo lo que narre, cobrará vida, se hará realidad, y poblará con su existencia el mundo, el cosmos, las galaxias y las estrellas mismas. Una vez escribí acerca de la existencia de la más pura inocencia, y la sumergí en un sueño donde jamás le tocaría la maldad, ni el dolor, ni el rencor. Ese ser viviría en la plenitud, la felicidad le colmaría, y los sueños serían suyos. «
Fue directo, como una ola que rompe en las orillas de una playa de aguas de colores.
» Mucho tiempo le busqué, mas conocía sus vivencias, pues estas se escribían en mis libros, que sólo existían por y para él. Y ahora esa criatura está ante mí, mostrándome su ternura y su belleza; tal como imaginé que eras, y como existías en mi imaginación. Ahora siendo toda una realidad, encantador lucero cósmico. «
*
La cercanía que tiene con él, le hace sentir atrapado en un lugar donde no hay más que encierro, esos ojos negros y adustos se lo dicen en cada parpadeo.
Lee en aquel oscuro semblante lo que los gestos jamás dirían por sí mismos; la muerte, el dolor y el sufrimiento pertenecen a esa criatura como un perfume adherido.
¿Cómo es posible haber nacido de una criatura que mana tanta maldad? El cervatillo no lo sabe y no tiene la respuesta como muchas cosas que aún no conoce.
Su respiración se hace más rápida cuando se siente tocado por esa maldad, no quiere estar ahí, lo sabe, quiere irse con Mayo y aferrarse a ella hasta que pasen los días y vuelva a sonreír.
Lya no sabe qué hacer, pareciera que esa criatura lo único que quiere hacer es divertirse con él, con su esencia porque no se ve arrepentido de haberlo sometido.
Alza su mirada, encontrándose directamente con la negra y pesada de su creador y pese a lo mucho que quiere salir huyendo despavorido de ahí, le sonríe aún con el temor impreso en sus labios.
» Gracias por haberme hecho tan feliz. «
El jovencito siente una mediana tranquilidad pero aún desaprueba ese contacto.
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