Reflexión sobre un compañero de viaje que está siempre presente. Pasa él y pasamos nosotros, pero él se queda, casi inalterable en su ser.
Maldito y bendito, así eres tú. Juegas con nosotros sin pudor y ni ante las súplicas muestras clemencia.
Respetado y odiado a partes iguales. Tú decides, solo en tu intrínseca presencia está la respuesta al todo.
Caprichoso, orgulloso y engreído. Conviertes placenteros minutos en efímeros segundos y transformas las horas en jornadas interminables de minutos.
Manipulas sin manipular, el engaño perfecto. Controlarte no se puede, aunque quizás el haberlo intentado nos condenó a tu dependencia
absoluta. Algo que ni tú mismo te llegaste a plantear. Otra victoria en tu haber, demasiadas ya.
Un placer convivir contigo, una pena que no vayamos de la mano y un drama no entender que eres libre. Que aunque te secuestren en cajas de madera o en esferas de metal, nunca nadie podrá controlarte ni detenerte.
Así eres tú, venerado y condenado tiempo, amigo y enemigo nuestro.
ÁS_FdN