Ha llegado el día de la despedida, ese día que nadie nunca quiere que llegue, ese día que a tantos les llega, pero que solo los grandes se merecen.
Dicen que todo lo que empieza se acaba, que lo bonito es vivir lo que hay entre ese comienzo y ese final. Y yo, como sevillista, he disfrutado contigo de esta grandiosa etapa.
Podría enumerar todas las paradas que has realizado a lo largo de tus años defendiendo al Sevilla FC, todos tus despejes y hasta tu asistencia y tu gol. Podría recordar cómo nos diste tanta vida aquella noche en Alemania, en aquella colina, con esa parada a la salida de un córner, que nos dejó esperanzados para la Feria del Ramón Sánchez-Pizjuán.
Podría darte las gracias por
esa parada con los pies en nuestra primera final, todavía con 1-0 en el marcador. Aquella falta en aquel derbi que ganamos jugando con 9. O aquel día que se te pasó por la cabeza subir a rematar un córner y hacernos explotar de júbilo, lo nunca visto en Nervión, convirtiéndote en Santo para el sevillismo.
Quizás, lo mejor sería enmarcar aquella foto tuya en la que sales corriendo, con el puño en alto y la cara desencajada de la alegría, de campo a campo, a sprint
hacia los tuyos,
aquel día en el que bajo la lluvia te coronaste como grande del fútbol mundial.
No estaría mal acordarme que de tus manos nació el primero de Glasgow, que de tu pie surgieron las más grandes remontadas, que con tu alma resurgió el alma sevillista y que entre todos fuimos insuperables, dentro y fuera del campo.
Pero ahora que todo esto se acaba, me quedo más con lo último, con tu entrega y amor a unos colores, que ya son los tuyos y a una ciudad que ya es la tuya.
Todavía no me puedo creer que te vayas, todavía no me puedo creer lo que hemos vivido juntos, como todavía no me puedo creer lo que como sevillista me has hecho sentir.
Hoy quería agradecerte todos los sueños e ilusiones que me hiciste disfrutar y cumplir, de sevillista a sevillista, con el corazón en la mano, solo eso.
Gracias Andrés Palop, gracias capitán.
ÁS_FdN
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