Mi suerte es poder escribir y usar cada tecla para liberar y expresar, mostrar y reseñar, sentir y justificar. Como ven, ninguno de estos verbos conjugados en mis artículos tienen que ver con su pareja y no por ello pierden sentido.
Un texto, pensarlo, sentirlo, meditarlo y trazarlo… esa corriente fluvial que corre en forma de tinta y que te arrastra desde su alumbramiento hasta que, con fortuna, alcanza la inmensidad salina.
Un escrito, este mismo, reguero sanguíneo en flujo laminar que se vuelve turbulento ante cualquier suspicacia de la pluma o del propio autor emanando disparos imposibles de controlar ni con la presencia del más estirado de los emisarios.
Qué le hago, soy así, comencé retorciéndome pensando en que guiaría mis palabras por una acaudalada senda que se torcía y en el propio esfuerzo viró nuevamente a otra cosa y aquí tenéis el resultado.
Como diría el filósofo, esto comenzó siendo un pasodoble que contaba una desgracia y terminó siendo cuplé porque me estaba haciendo gracia…
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