¿Cómo mantenerse a flote cuando el barco se hunde?
Es una de las preguntas que más me hacía hace unos años, me la seguiré haciendo pase el tiempo que pase, esa duda nunca termina. Cuando no es el propio buque el que naufraga es el del vecino, el del amigo inseparable, el del hermano,el del padre o la madre y, el peor de ellos, el naufragio del hijo.

Cómo sacar la cabeza para tomar oxígeno cuando sientes que el aire se termina, cuando inspiras profundo pero los pulmones no reciben lo que les quieres regalar, sin pedir nada a cambio, sin otra pretensión que seguir viviendo.
Cómo crear ese aire puro, esa vida en los ojos, esa sonrisa en los labios, ese brillo en las pupilas.
Cómo hacer que las ganas vuelvan si notas como la marea te arrastra hasta el fondo de un mar indomable, donde los sentimientos no caben y las almas tampoco.
Cómo mirar al infinito imaginando un horizonte que no ves, un futuro que se escapa a sorbos de un agua salada que ya no causa ni náuseas en el estómago.
Cómo no cerrar los ojos, si te atrapa el remolino del que llevas huyendo años, si las emociones te abandonan a tu suerte dando igual todo lo demás.
Cómo flotar sin salvavidas, cómo tragar sin saliva, cómo no abandonarte inmersa en la desidia, cómo no dejar de mirar atrás cuando tu barco ya está en el fondo,anclado en aquella orilla submarina donde moran los deseos de todos los náufragos que vivimos en tierra.
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