
EDITORIAL
El poder es una línea tan fina y tan delicada que a poco que la cruces sin el compás adecuado o inesperado todo se puede volver en tu contra.
Para ser Jefe antes hay que saber servir, caer mil veces y levantarse, al menos, mil una.
Ayer hubo cientos de demostraciones de poder en clave de humildad, tanto como tu túnica. De nada hubiera servido alardear de grandeza, tiempos eternos, falsos rezos cantados y fotografías baratas con personalidades de medio pelo o pelo entero.
Ayer sólo hubo grandeza desde lo simple, lo sencillo, los su solemos decir de barrio.
Ayer no cabía el Patrico, ni los trajes de 500€ ni un interminable cortejo para salir en portadas de webs cofrades sensacionalistas que buscan el jersey tendido para hablar de colgadura y tirar por tierra lo divino y lo humano.
Ayer tu túnica lisa, simple, sencilla, como tu gente, la que te reza con lo que lleva puesto, pero te reza de verdad no dejando que caigan más lagrimas de la cuenta para que no se le entrecorte el Padrenuestro que le enseñó su padre el día que fueron a besar tu talón por primera vez.
Ayer se respiraba fe, creencias, agradecimientos y sencillez en cada paso, en cada mirada, en cada corazón y solo lo has hecho trasladándote, saliendo a la calle, que no a la Campana, huyendo de Sierpes, Avenida y Catedral.
Buena lección la de ayer. Que tomen nota los pijos de silla heredada, en San Gregorio y empiecen a pensar en Dios y no en los billetes.

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