De repente me perdí en catorce metros cuadrados. Benditos metros cuadrados. La calle Betis atisba a lo lejos, complacida, es testigo de excepción, pues una vez más Sevilla luce preciosa ante tanto monumento. Fue entonces cuando mi nieto, embelesado ante tal despliegue, niega con su cabeza y afirma a su vez rotundo:
Ya no quiero montar más barcos pirata abuelo, yo quiero montar la Nao Victoria, en el muelle de las Delicias, ese navío que en catorce mil leguas realizó la más bonita de las travesías por la mar, dando la vuelta al mundo, regresando a Sevilla para atracar en aguas del Guadalquivir.
Ya no quiero montar más Fuertes del Oeste abuelo, no más cañones de dragón, trampillas, mazmorras y prisioneros.
Déjame montar la Torre del Oro, ella en sí misma es un tesoro. En ese lugar estratégico la colocaré, siempre en defensa de la ciudad.
Ya no quiero montar más puentes abuelo, no quiero ni pasarelas ni colgantes, tampoco esos que están de paso, entre estanques o pequeños lagos, ni aquellos rocosos o esos que muestran una exagerada vegetación. Yo solo quiero montar un puente, el de Triana, que no le falte detalle, con sus arcos metálicos, los anillos de su baranda y sus preciosas farolas…
Ya no quiero más princesas de cuentos abuelo, solo las quiero a ellas. La Virgen de los Reyes luce preciosa en plena Maestranza y Ntra. Sra. de Setefilla, con su manto azul salpicado de estrellas la saluda al pasar. La Virgen de Valme le precede, estaré atento al pájaro que porta el Niño Dios, para que no alce el vuelo antes de tiempo. Colocaré con delicadeza la pequeña embarcación entre sus manos a Ntra. Sra. de Consolación, siempre marinera. Mantendré la esperanza con ellas, Macarena y Triana, anclando bien sus varales, escogiendo al detalle lindas flores para embellecerlas, más aún si cabe.
Ya no quiero más guerreros ni caballeros abuelo, ni un Astérix ni el Equipo A, ni piratas, ni superhéroes, porque todos se quedan diminutos ante el paso del Gran Poder, el mismo que abre el cortejo y tantos caminos con su zancada, no hay más. Un cielo azul acoge la mirada del Cachorro, tampoco podía faltar, el de la Expiración.
…y quién soy yo para negarle nada a mi nieto, si son verdades como templos. Lo clásico permanecerá por siempre invadiendo nuestra melancolía. Pero la actualidad manda y da cabida a otros mundos, entre clicks, cual Magna en Sevilla, un ocho de diciembre, un sueño o fantasía que sin duda se hará realidad. Como un juego de niños se nos presenta, juguemos pues…