Abro los ojos y te siento muy cerca, tanto que recuerdo perfectamente que he soñado contigo, como olvidarlo. No te vas de mi cabeza, no sales de ella. Mi obsesión contigo ya no tiene límites, o los tiene pero son tales que se escapan a mi sensorialidad despierta. Me atacas en sueños, me aprisionas y me haces sufrir.
Y eso que no tengo tiempo de pensar últimamente mucho en ti, bien es cierto que cuando tengo un rato, por pequeño que sea, hago por saber de tus andanzas, que son las mías.
Sabes que apareciste un día en mi vida, aunque desde pequeño estabas en mí. Nos presentó un amigo, de esos de los buenos. No fue muy personal, más bien fue en la distancia y hasta tú tenías otro nombre. Pero desde ese momento eres mi cómplice, mi amiga y mi apoyo incondicional.
Cuando te necesito estás, nunca me has fallado. A veces te quedas como bloqueada y pareces inaccesible, sé que no es culpa tuya. Aunque son tantas las ganas de disfrutar contigo, que me llego a enfadar y se lo comento a ese que nos presentó, que sufre conmigo. Y batallamos juntos y nos lamentamos de tu falta de conectividad, puntual eso sí.
Solo falta que me uses como marioneta y “sonambulees” con mi cuerpo, me saques de la cama y me sientes frente al ordenador. Eso sí, antes saca papel y lápiz y déjame escribir lo que siento, que hasta soñando me haces escribir un post.
Pensando siempre en ti, La Morada.
ÁS_FdN