Eso dice el refrán…y como popular que es, procede del pueblo, de los viejos del lugar. Viejos de los del sabe más el diablo por viejo que por diablo.
Obvio es que la calma tiene que llegar. Es imposible mantener una racha de mala suerte de forma continuada sin caer en las arenas pantanosas del dolor. Dicho y hecho.
Indicios del sábado hacían presagiar un lunes, cuanto menos, movidito.
Malos modales inevitables se me escaparon y como receptor alguien que ninguna culpa tenía, pero que se llevó la vajilla rota, la cubertería y todos los tuppers de la alacena. Errores…
Tras la tempestad, uno se tiene que calmar, no queda otra, reflexionar y ver que lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible, y más si ninguna de las cosas que te ocurren están en tu mano.
Un día me contaron un proverbio chino, que seguro conocéis: «si no puedes hacer nada para casino que te agobias y si puedes hacerlo, para qué agobiarse». Toda la razón del mundo tenía el amarillo de los ojos «rasgaos» que lo dijo.
Lo triste es que la condición humana tiende a agobiarse, cabrearse y demás «arse» que se os ocurran cuando lo más sano es afrontar lo que se te viene encima con una sonrisa, solucionar lo que esté en tu mano y mirar al frente dispuesto a aguantar el chaparrón del momento.
Por suerte conseguí calmarme. Mi música para el viaje hizo su tarea ya que la fiera que llevaba dentro en ese momento podía inmolar llevándose «palante» todo lo que cogiera por el camino. La sensatez de tener una responsabilidad hizo el resto.
Queridos amigos, miembros de la tribu, no desesperéis que tras la tempestad siempre llega un poco de calma. Esa calma en la que vivimos y no sabemos disfrutar de ella hasta que la perdemos.
Deja una respuesta