Recuerdo que disfrutaba meditando sentado en cualquier lugar, bajo un árbol, en una plaza o en su cama antes de irse a esperar el día siguiente. Muchos momentos consigo mismo, con largas conversaciones internas con sus preguntas y sus respuestas, con diálogos y sus batallas verbales, siempre acababa derrotado por sí mismo.
Echaba de menos los momentos en los que sobraban las palabras porque todo salía del corazón, tertulias limpias y puras. Días en los que las miradas y los gestos fluían sin dobleces a su alrededor.
Agachaba la mirada mientras intentaba olvidar esos otros momentos en el que por más palabras que se decían nada tenía sentido. Todo era tan enrevesado que la mentira nunca se convertía en verdad y aunque hubiese sido todo cierto nunca llegaba a importar.
Entremedio muchos momentos acompañados de palabras sin más, palabras vacías, palabras que fueron escuchadas salteadas y desordenadas en su entendimiento. Que de veces solo se oyen las menos adecuadas de todas, aunque en su conjunto formen un gran repertorio de poemas de amor, solo aparecen ellas manchando al resto de sus compañeras. Momentos en los que la sordera del receptor enmudece cualquier atisbo de voz y compañía.
Se lamentaba de las palabras que sonaron con una melodía diferente pese a ser tocadas con los mismos acordes, las que se escuchan de
Ahora, con el tiempo, es consciente de que hay palabras que dejaron de tener sentido y que todo lo dicho quedó eclipsado por los hechos. Ahora ya no vive de palabras ni de mensajes encriptados que envenenaban la fragilidad de sus sueños.
Se sentó un momento a descansar, un espacio breve de tiempo en su largo día de labores. Y mirándose a sí mismo, se dio cuenta que cuando la buena voluntad es apreciada solo dependiendo de quien venga, la tranquilidad de la noche era su mejor compañía…
ÁS_FdN
el guerrero says
23 octubre, 2013 at 20:50Descansa querido filósofo, como bien dices, la buena voluntad debe ser apreciada…
En tu caso, no me cabe la menos de las dudas, de que no hay mensajes encriptados salientes de tu corazón, ni saetas envenenadas que ataquen el motor de ningún mortal…
Receotores sordos…paredes mal construidas
Melva Hernandez says
24 octubre, 2013 at 04:10Querido filosofo no cabe dudas que el meditar en soledad y tranquilidad es lo mejor mas como tu dices en un breve espacio del tiempo ahí me has transportado ala sombra de ese arbol para poderlo hacer un abrazo un gusto leerte !!
celia says
24 octubre, 2013 at 08:28Hola esperado filosofo, el artículo es profundo como a tus articulos corresponde. Efectivamente las conversaciones que tenemos con nosotros mismos, siempre llegamos a un fin en desacuerdo, no ponemos las cosas claras, somos muy enrevesados en nuestros pensamientos y sentimientos. Pero las palabras corren el riesgo de que las personas que las oyen, le den un sentido distinto al que hemos querido decir, por eso como bien dices, hay que tomarlas siempre desde la buena voluntad de la persona que las dice, sino estamos perdidos. Es verdad que para eso ,deberiamos conocer un poco a esa persona y, desde luego quien te conozca a TI, querido Filosofo, tiene a la fuerza que saber que todo lo que salga de tu boca, es con una buena voluntad que a veces asusta. Sigue con tus escritos maravillosos para hacer gozar a los que no tenemos ese DON. Un abrazo
el filosofo says
24 octubre, 2013 at 09:27Un placer leer vuestras palabras y un placer más grande disfrutar viendo que han disfrutado!!! Gracias. Besos y abrazos.