Se marcha Pau, nuestro Pau Gasol, el espigado chavalín que era suplente de los Juniors de Oro de aquella generación que tanta gloria nos ha traído; el encanijado larguirucho que arrasó en aquella Copa del Rey allá por 2001 justo antes de ser drafteado por Atlanta Hawks y traspasado en la misma noche a Memphis, donde… ¡quién no se acuerda de aquella jugada y mate en la cara de Kevin Garnet! Era un chiquillo y nadie estaba capacitado para prever lo que iría ocurriendo,incluso siendo nombrado Rookie del año, año tras año hasta que llegó a Los Ángeles Lakers de un tal Kobe Bryant donde alcanzó lo soñado y por partida doble: ganar un anillo de la NBA.
Seis veces All Star y Premio Principe de Asturias, con la selección ha demostrado ser de esos personajes que nacen una vez cada mucho tiempo por sus cualidades humanas, baloncestísticas y en la influencia en los demás. Si Michael Jordan hizo grandes a dos generaciones de jugadores en sus Chicago Bulls alcanzando todas las glorias, Pau ha hecho lo mismo con sus amigos, hermanos de esa gran familia llamada Selección Nacional de Baloncesto, o de BA-LON-CES-TO como diría el gran Pepu tras conquistar el Mundial de Saitama, precisamente con Pau lesionado en la Final. ¿Alguien duda que no la jugó como uno más?
Podría estar una semana escribiendo hazañas, estadísticas, frases recogidas de los más grandes hacia él, de sus compañeros, entrenadores, aficionados, pero sin duda, hoy se retira del basket, en el Liceo catalán, un emblema del deporte y hemos tenido la suerte de verle crecer y disfrutar de todos sus logros. Logros que van más a lo de las canchas.
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