Ayer sábado 23 de octubre tuve la gran suerte de asistir al pregón con el que nos deleitó mi amigo, y gran cofrade, Álvaro Roiz Domínguez.
No defraudó, un pregón hecho de vivencias y sentimientos, un relato en verso que nos llevó de la mano para recorrer los rincones del alma del pregonero. Un paseo por su niñez, por sus primeros pasos en este mundo que se ha convertido en su modo de vida, como no podía ser de otra forma.

Este artista, que es la palabra que mejor lo define, nos unió dentro de la intimidad del templo de San Marcos para un rezo poético y sentido. Muchas veces no es el fondo sino la forma, pero en esta ocasión ambos se fusionaron regalándonos una declamación como sólo saben hacerlo los grandes.
Si me preguntaran con qué parte del pregón me quedo, no podría elegir uno… Pero sin duda, hizo que me emocionará hasta las lágrimas cuando dedicó con una maestría soberbia unos versos, que se me hicieron cortos por su grandeza, a su pequeño primo desde que supo que estaba en el vientre de su madre, su tía… Imposible que no se moviera algo por dentro de todos los que escuchábamos expectantes y deseosos de más…
Hubiera estado toda la noche escucharlo pregonar de esa forma tan majestuosa y sentida.
El siguiente momento que tengo grabado en mi retina y en mis oídos, fue cuando entonó la oración que El nos enseñó… Un padre nuestro cantado a capela que era imposible de pasar por alto, más sabiendo que los sentimientos y los nervios los tenía a flor de piel. Inaudito este regalo que nos ofreció a manos llenas a todos lo que pudimos acompañarlo en esta noche especial.
Y termino con un extracto de la Biblia que a Álvaro le encanta y con la que terminó su otro pregón en 2016…
«Porque todas las cosas proceden de El, y existen por El y para El.¡A El sea la gloria por siempre! Amén.» Romanos 11:36
Enhorabuena pregonero!
He dicho.
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