Mi vida está llena de Antonios. Algunos ya no están, otros están lejos.
Cada cual tiene una parcela de mi corazón y algunos, de mi alma.
Pero cuando se habla de alma, de «sentío«, de arte, no hay duda que Don Antonio Gala es «mi Antonio».
Me enamoró con «Enemigo íntimo» y «poemas cordobeses«
«…El olvido no existe.
La belleza
se añora sin cesar y se persigue:
memoria y profecía de sí misma.
La belleza es un sino, lo mismo que la muerte.
Teníamos once años,
y la palabra abril significaba
igual para los dos…
Puede el amante
dejar de amar, pero, ay, amará siempre
el tiempo en el que amó:
cuando, al amanecer,
cabía el mundo entero
dentro de una mirada;
cuando rompió a cantar
lo que no se sentía con fuerza de decir….»
La «Trilogía de la libertad» me abrió los ojos al feminismo y a la realidad del maltrato machista.
«Andaluz» me dio alas para comprender a mi tierra y a mí gente y para presumir, sin medida, de mi sentir nacionalista más puro.
Y desde «El manuscrito carmesí» a «los papeles del agua», mi fantasía voló de un escenario de realidad y fantasía, a otro.
Sí, este Antonio me ha nutrido allí donde una barra de pan no sirve.
Y este Antonio nos abandona hoy. Nos deja huérfanos de poesía y tablas y relatos y opiniones. Nos deja vacíos de musicalidad y razones. Y aunque los poetas (los trovadores, los estetas) nunca mueren, hoy ha muerto un poco todo lo que representaba.
Como decía él: «…Escribir es mi cruz. Y sin mi cruz, no soy yo»
Hoy, sin ti, somos menos nosotros.
Adiós Antonio.
Los que no te van a dejar de leer, te saludan.
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