Miles de deseos moran nuestra mente, nuestra cabeza y con ellos se llenan de pájaros ilusorios, que se desvanecen cuando la realidad viene a morar en ellos. Deseos, todos, que van forjando las ilusiones de nuestra vida, de nuestro futuro, los planes del mañana que anhelamos y que a veces, porque así lo quiere el destino jamás llegan a hacerse realidad. Una realidad que va desesperando cuando estas ilusiones que nos dan fuerzas cada mañana para despertarnos, para avanzar, para simplemente vivir, se desvanecen con la misma fuerza que llegaron.
Es entonces cuando nuestros deseos cambian y las ilusiones, esas que hemos forjado con la esperanza de que sean, no son y se van y nos dejan vacíos e intentando encontrar un sentido a nuestra vida, un sentido que sea más fuerte y que aguante el revés que una vez más nos da el presente y que nos hace inalcanzable en futuro que anhelamos.
Ilusiones que se hacen añicos en el desván de nuestros recuerdos, ilusiones que ya no son tales, sino que se convierten en memoria del pasado aún muy presente. Ilusiones que por no hacerse realidad, una y otra vez nos hace desfallecer en nuestra lucha diaria y pensamos que nunca, jamás conseguiremos hacerlas palpables y tangibles como queremos. Ilusiones que no son tales, porque nos la niega la vida, nos la niega nuestro destino, quizás porque así esté escrito o quizás porque las hemos tenido en tan alta estima que son inalcanzables para este hada que se enrosca y se consume pensando que jamás podrá llegar a cumplirlas.
Ilusiones atadas a una esperanza grande que se hace pequeña cuando pensamos en ella, sabiendo que hay una posibilidad de que esa ilusión se rompa para siempre, para no volver a tenerla, no volver a pensar en ella, por no poder, no por no querer, que el deseo sigue intacto cuando algo se quiere tanto.
Miedo, angustia, evitación a enfrentar todo aquello que pudiera truncar estas ilusiones forjadas en nuestra imaginación, en nuestros deseos más profundos, en nuestra realidad paralela, en nuestro sueños del mañana. Ilusiones rotas de ser uno más, de dejar de ser uno menos, de que el tres es el número más deseado del Hada de esta morada, que deja por un día el arco y su flecha de lado , para empuñar con fuerza el alma y el corazón y dejarse llevar por ellos, donde el espíritu la guíe.
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