No traigo a la data presente bella poesía para ti. En el pretérito zaguán de un corralón de Triana cayeron las rimas y un gitano del barrio casi sin quererlo, las transportó hasta la orilla del caudaloso camino acuoso que le da empaque a cada mirada perdida.
No, hoy no trae este Rey Santo versos de poeta, ni cancioneros populares. Hoy os versaré acerca de un hecho que aconteció hace unas pequeñas fracciones horarias, justo cuando viré mis ojuelos hacia ti y el mimetismo, celoso y copión, se hizo presente ante mi presencia.
Caminaba con lentitud, pausado, ensimismado gozoso, despidiendo sensaciones térmicas elevadas y dándole la bienvenida nuevamente a chorreras apretadas al cuello, puñetas abrochadas y sobretodo de botonadura elegante.
La totalidad, con solamente promulgar acerca del colorido de La Giralda en noches de bohemia sois conocedores de esos matices áureos mezclados con elegantes y luminosos castaños. Pues Ella también quiso ser la Niña Bonita de la nocturnidad. Ya os versé sobre ella pero anoche sentía que no estaba sola, que se mostraba en plano secundario, apesadumbrada y a pesar de estar en la cima celestial del reino, sintió envidia y celos de Ella y tomó prestado pero sin permiso su colorido. Matices áureos que compartían a reproche.
Anhelados hijos de Sevilla, amen lo que nos rodea porque hasta la mismísima Selene siente celos y envidias de la Niña más guapa del reino, de la Princesa de millares de ensoñaciones encantadas, de la Reina Madre.
Poseo la certeza del rumor entre ambas. Imaginad qué batalla más Bella por ser lo más bonito de Sevilla. Dos mujeres, una noche y los sacais de este Rey Santo como exaltadores.

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