Te estás haciendo tan presente en mi vida que hasta puede que te coja cariño, y eso que no me estás aportando nada bueno. Ni a mí, ni al entorno que merodeas y con el que coqueteas alevosamente.
Desconozco en qué momento exacto te hiciste tan familiar, tan amiga y tan poderosa. No recuerdo cuando entraste en mis rutinas, en mis despertares. Llegando a colarte en mis sueños, siendo la protagonista estrella, la actriz revelación.
A veces me paro a pensar en ello y supongo que lo hiciste lentamente, poco a poco, con la sutileza como sello personal y mediante pequeños detalles que ahora parecen llaves maestras de todos los candados de seguridad que llevaba puesto. Y no me di cuenta. Puede que hasta me avisaran de ello, pero no lo vi peligroso, no vi el fuego aunque me estaba empezando a quemar.
La camisa de fuerza se ha desabrochado sin mi permiso, delicadamente, y no queda nada que me proteja. Piel a piel, tú y yo, se atisba jaleo.
Ahora, que ya soy consciente que somos una sola persona, ahora, tengo la dura batalla de sacarte de mí, de excluirte de mis placeres y alejarte de mis miserias. No pasar juntos ni un solo momento más, ni un segundo que me altere. No lo merezco y tú tampoco te mereces tanto.
Ahora te tengo en mi punto de mira y voy a por ti, a pecho descubierto.
Me ansío, te ansías…
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