Joaquín Galocha
La llegada de los días no hacía presagiar que la espera tendría una justa recompensa.
Ni las primeras líneas blancas que marcabas en tu porvenir sobre el verde de la esperanza que nunca perdimos, ni el río de estrellas que cruzaste valiente mirando al cielo el día de tu entrada triunfal, el mismo cielo al que nos haces mirar, pudieron anunciarlo.

Pasaste frío, te mojaste… tuviste sed y no presentíamos nada, solo tu presencia y tu silueta de la Pasión más dura que se pudo tener, supo alumbrar la tarde del día que saliste a poner las cosas en su sitio.

Llegaste a la ciudad con la mayor de las ovaciones y marcando el ritmo de la decaída tarde que dejabas tras tus pasos, para llegar a Triana habiendo repartido la mayor de las justicias que uno de los tuyos pueda tener: llegar a ti, muy cerca de ti.

No queda más que agradecerte lo vivido, esperar tu voluntad y reafirmar que el poeta no se equivocaba: «Así se muere. Así mueren los Hombres».
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