EDITORIAL
Palabras para un domingo muy oportunas tanto las palabras como el día de este editorial.
No crean que venimos a hacer un clinic sobre Bilardo, ni a dar una máster class sobre cómo se juega eso otro fútbol del que hablan los entendidos con desprecio pero que tanto gusta a los que lo practican y salen victoriosos como es repudiado por los que lo sufren en la derrota pero que a todos les gustaría dominar. No, hoy les venimos a hablar de ese fútbol de menor nivel que nos impide disfrutar del que verdaderamente nos apasiona.
Hoy toca fútbol de selecciones, o más bien de elecciones y el nacimiento de la idea de este editorial no es otro que el discurso vacío, barato y ramplón de un seleccionador rompedor, con aires chulescos, peleado con el mundo de pellejo para afuera y que hace y deshace sin que nadie dirija una batuta superior hacia tal o cual solista necesario campando a sus anchas y dando conciertos de escasísimo nivel.
En jornadas anteriores, España, el combinado elegido por Luis Enrique Martínez donde faltan más que sobran y sobran muchos, ganó por un simple y suficiente 0-1 a la elección de Grecia y tras la debacle sueca en Georgia, con un vulgar empate les vale para cerrar una clasificación para el Mundial del negocio en Qatar, coordenadas criticadas por todos cuando hay equipos a base de talonarios en contra pero que ahora todos aplaudirán porque la tarta tiene fresas, fresones y siropes de alta calidad y el trozo a repartir es más goloso. Incluso, cambiando lo histórico de los Mundiales en verano para jugarlos en medio de la temporada. Para que luego hablen de Fair Play financiero y otras chorradas de tristes anclados en el pasado.
En esas declaraciones, Luis Enrique instaba a que Sevilla, sede de este encuentro que se juega esta tarde noche en el abandonado Estadio de La Cartuja, que ya ha visto más vacunas contra el COVID que encuentros de fútbol, fuera ese jugador número 12 que siempre fue, olvidándose de que ni el encuentro se juega en el Ramón Sánchez Pizjuán y que Sevilla como ciudad ya no es lo que era.
De aquel partido de Hierro y Bakero contra Dinamarca a este de Gavi, Erik García y Morata han llovido muchos títulos en Sevilla, todos de un lado, cierto, pero incluso el bando menos agraciado ha conquistado metas importantes para ellos. Ya Sevilla y el sevillano no espera a la selección con sangre porque se rompe la garganta gritando títulos de su equipo y eso, perdónenme, en esta ciudad tan futbolera, es muchísimo más importante que un partido casi amistoso de una selección que además, ningunea a jugadores de la ciudad.
Puede que hoy La Cartuja se llene, puede que España empate o gane y se clasifique, o puede que incluso pierda y vaya a una repesca vergonzosa para acudir al Mundial de Qatar, pero al sevillano de verdad, se la trae al pairo.