Dicen que el vino quita las penas,
yo prefiero deshacerme de ellas a solas,
sin más recursos que mis ganas, sin más esfuerzo que mi ahínco
por salir airoso en la pelea.
“Ponme una jarrita” era lo único que mi garganta exportaba desde sus cuerdas vocales al mundo. Al mundo o al camarero de la caseta que para el caso, no dejaba de ser mi mundo en ese momento.
Y que viva la Feria!!!
A los payasos del hashtag, pero no a los dignísimos tambaleadores de cuerpos que tras una contienda épica llegan victoriosos a sus hogares, no a ellos no, a los promotores: que os den. Amargados.

Esperando en tu balcón, decía aquella rumba que se cantaba, y tú me dejaste tirado después de la borrachera… Me sentí utilizado con más alegría que pena, al menos rocé tus labios, sevillana de mis entretelas.
Una copita de más,
nunca una copita de menos
y vamos a navegar
con esa sonrisa especial
que solo conocen
los buenos marineros.
¡Viva el ron y el rebujito!
Brindemos que esto se acaba, brindemos pues con nuestros hermanos en el “campo de batalla” y brindemos por Sevilla que una vez más, nos presta su mejor avatar para vivirla y sentirla.
Se nos marchó la Feria,
de tanto usarla.
De tanto abrazo loco,
sin medidas.
De darlo todo por completo
a cada paso.
Se nos fue de las manos,
otro día.
Me enamoré de ti,
desde hace tiempo.
Jamás pensamos nunca que te irías,
pero ya hemos vuelto, vida mía.
Deja una respuesta