No busco tu consuelo, de ningún modo.
Ni busco ni reclamo nada
que me ayude a encontrar a mi hada.
No me busco ni me encuentro, no me asomo.
Cansado de no poder volar ni cantar,
acabé en el cubo de la basura,
por pesado y por caradura,
en la esquina frente a nuestro bar.
Rezumo aires de grandeza,
es mentira, no lo creo.
Levantarse temprano por deseo
no lo entiendo, me da pereza.
En los cuadriláteros del amor vapuleado,
por falta de interés o por las prisas.
Preferí siempre echar antes unas risas,
contando victorias en las que salí derrotado.
Sobrevivo sin el balancín de los equilibristas,
haciendo equilibrios sin arneses ni cuerdas.
Con un cartel de aviso para que el perro no muerda,
sin más ojana que el futuro a la vista.
Súbete conmigo a este barco pesquero,
que harto de estar veinticuatro horas abierto,
decidió no zarpar nunca más de este puerto.
Aunque sea de tierra, me siento marinero.
Que el aguardiente recorra tus venas
mientras bailamos pegados este insulso bolero.
Que con la noche llegue el desenfreno
y la alegría emborrache a las penas.
Sálvate de mí, tú primero,
que ya de mí se encargará el justiciero.
Maldito sorteo, me tocó el sobrero,
dejándome sin alma y sin dinero.