No te busqué
estás ahí
detrás de la imagen
te encontré.
Pude subir al cielo
me hiciste bajar.
Pude saltar el cerco
pero ya no estabas allí.
¿Qué queda del otro, en uno,
cuando ya no está?
¿Qué queda de uno
dejando de tocar el cielo?
Solo hoy sabes
que el sendero
está minado de piedras.
Solo hoy sabes
que ya no estás.
En la aurora
quiero volver
a encontrar tu alma.
Aún queda mucho para tu vuelta a casa y ya te echo de menos. Andamos holgados de tiempo, el mismo que se ha detenido tras tu ausencia. Pero el consuelo aguarda con lasimple generosidad de nuestra Esperanza.
Patricia Delgado
Suelto, sin ceñir y a su aire. Esa maldita costumbre de alejarse de mí, cuando lo que necesito es su cercanía, sentir su piel aferrándose a la mía, tener sus latidos retumbando en mis oídos y su respiración en mi cuello. ¿Por qué tanta holgadura? ¿Por qué tanta distancia?
Espectro Errante
Para el día del padre le regalamos un blusón blanco, holgado y con cuello estrecho. Parecía un pintor del siglo diecinueve francés. Él se compró los pinceles y las pinturas. Ahora expone en una galería de la calle Princesa. Está claro que el hábito hace al monje.
Calila
I
Hoy me siento holgada de miedo, de culpa, de prisas. Me sobra el alma para respirar. Quizá la libertad sea eso: no tener menos, sino necesitar poco.
II
En su mirada había un descanso antiguo, una calma sin nombre. Su corazón, por fin holgado, aprendía a latir sin cadenas ni relojes.
III
Horizonte abierto, sin nudos.
Oxígeno para el alma cansada.
Luz que no exige retorno.
Gracia que se posa sin peso.
Amor que no pide ni mide.
Dejar fluir, sin lucha.
Así respiro: holgada.
Anita
I
Decía el tendero que vivir en Triana era vivir holgado, no por el dinero, sino por el aire. Allí todo respiraba ancho: las calles, las voces, el tiempo. Hasta la fe parecía tener más espacio para posarse.
II
El obrero salió del taller con el alma holgada. No había cobrado más, pero su hijo había vuelto a casa. Hay sueldos que no se cuentan en euros, sino en abrazos.
Nemesio Laverde
I
Que no sobrado…
II
Lo que tiene mi compadre ahí… y sin estudiar derecho.
III
Ni el bolsillo, ni el pantalón…
Juanma García
I
Cinturón holgado en lo ancho del peine. Mas su fortuna era su sonrisa a raudales, cayendo como los rayos de sol aquella tarde de verano.
II
Encontró su felicidad holgada en el tiempo, en aquellas pequeñas cosas que casi pasaban inadvertidas: Tardes de pan con chocolate, mañanas frescas camino al colegio, fines de semana en el pueblo, veranos bajo la parra, la luz en aquella terracita…
III
Y recuerdas aquel pantalón cuando aún te quedaba holgado, la corbata que no sabías atar, unas cuantas canas más sobre tú cabeza. Y, de pronto, miras al espejo, y lo ves a él.
Rocío C Gómez
Fuí por casualidad al acto, qué resultó magnífico.
Me invitaron esa misma mañana y tuve que aligerar para llegar al lugar del festejo puntualmente.
Y trás una ceremonia preciosa y un simpático interludio, pasamos al salón de la pitanza.
Tan holgada me quedé trás el convite, que estuve una semana inapetente.
La Renacida
La libertad como bandera para vivir dignamente, la necesidad como castigo para respirar holgado.
Ángel Salgado I
Estando tranquilo en la plaza del barrio, apareciste a lo lejos y al cruzarme con tu mirada, de los nervios, se me encogió hasta la ropa.
Ángel Salgado II
Si digo lo que pienso me mandan castigado contra la pared.
El que tengo aquí…
¡Castigado!
Ángel Salgado III
Cada vez fabrican las tallas más pequeñas, hace unos meses me quedaba la ropa más holgada…
Ángel Salgado IV
Las nubes amenazaban tormenta. Decidí quedarme en casa en lugar de ir a bañarme. Me dediqué a hornear magdalenas y trabajar. Por la tarde asomada a la ventana, veía a los bañistas regresar exhaustos y divertidos a sus casas. Ni una gota de lluvia. Y yo demasiado precavida.
Calila
La levedad del ser.
Un bramido en medio del monte buscando reconocimiento, que asusta o atrae según quien lo escuche desde el otro lado, en la ladera.
Un saludo breve al que no está y un adiós suave al que nunca se ha ido.
Si no llegaste a verlo, tendrás que esperar a que te giren las estrellas de nuevo en la cara.
Apretado
I
Las nubes eran pinceladas de fuego y miel, derritiéndose sobre el cielo. Pensé que si pudiera tocarlas, ardería.
II
En el atardecer, las nubes cambiaban de piel: rosa, dorado, violeta. Yo, muda, entendí que el cielo también sabía vestirse para impresionar.
III
Navegan lentas sobre el horizonte,
Unidas en silencios de algodón.
Bailan con la luz que muere despacio,
Encendiendo matices que acarician el alma, Susurrando que el día se acaba sin prisa.
Anita
A paso lento camina. Un gran ramillete de nardos la acompaña. Sonríe junto a su pequeño girando sobre sí misma agradeciendo a todos su presencia. Las nubes se dispersaron para que un cielo azul sevillano luzca su idiosincrasia. Suenan las campanas, la Giralda le canta…
Patricia Delgado
Tras todas esas nubes está tu sonrisa esperando para alegrarme el día.
Ángel Salgado I
Llegaron los nubarrones a mi corazón, cuando vi que desviabas tu mirada hacia otro que no era yo.
Ángel Salgado II
Con la que está cayendo hacen falta nubes y agua, mucha agua.
Y políticos con vergüenza también.
Ángel Salgado III
I
Tantos llantos, ruegos y preguntas sin respuesta absorbidos que tornaron tu blanco inmaculado en colores de melancolía.
II
Cae la noche sobre la inmensidad salina de tu mar y tú, celosa, muestras tu ira como puedes…
Juanma García
I
Las nubes ardían en un oro engañoso, como si el cielo quisiera distraernos. Pero detrás de ese brillo, la sombra oscura recordaba que la belleza también sabe mentir.
II
El público miraba el cielo pintado de fuego y azul. Nadie quería ver que, bajo esa postal, las nubes oscuras se amontonaban como advertencias que preferimos ignorar.
Nemesio Laverde
Nuboso cielo, con naranjas fulgores y blancos resplandores. Desde cada perspectiva tomas una forma distinta, algunos ven un perro, otros un gato, otros un dragón… al igual que las personas bailas, cambiante bajo el sol, huyendo tras el viento. ¿Hacia dónde vais nuboso mar? ¿Dónde irás a descansar?
Andrés Arance
Entre la salicornia y la jara me tiré en un descampado de los esteros.
Un cielo azul, un sol de justicia y dos nubes rebeldes que se resistían a irse.
De pronto, un trueno; dos, tres, …
Y de la nube escandalosa cayó un repentino y helado chaparrón que no dió tiempo a que nadie recogiera nada.
La Renacida
El zarandeo del salvaje viento quiso calmar la fuerza del abanico…
Viaje de ida
Vuelve, vuelve…
Lo que daría yo por verte.
Para volvernos a amar
sin olvidar que habrá un final.
Vuelve, vuelve…
lo daría todo por tenerte.
Y me volvería a equivocar
aún sabiendo cómo será el final.
Encuentro
El otro día, te vi vencido,
con la mirada ausente.
Quise compartir contigo un rato.
Me miraste con desconsuelo.
Anoche, te vi sin miedo.
Sonreíste, parecías diferente.
Bailamos juntos y, en el anonimato,
me invitaste a vernos de nuevo.
Todo resbala. Las palabras, los compromisos, los ideales. Todo envuelto en una capa de brillo fácil, de gestos calculados y sonrisas de escaparate. En esta sociedad untuosa, lo verdadero no se adhiere: se desliza, se pierde, se olvida. Como si la autenticidad diera alergia.
Nemesio Laverde
Decidió escapar de esa calor untuosa llenando la bañera de agua tibia e introduciéndose en ella hasta el cuello.
Y ahí se quedó.
Con solo la nariz y los ojos fuera, cómo una tortuga sin caparazón.
La Renacida
I
Llámenme raro pero que sea tan untuoso en su acercamiento no me da buenas vibraciones. Espero estar equivocado.
II
Tanta melaza para sacar la patita por una medalla…
Untuoso y presuntuoso, confunde la ojana y su reflejo con la realidad.
Juanma García
ISiempre fue untuoso, más no todos lo querían.
II
Salía a caminar a diario, untuoso, saludaba a quien conseguía en la vía, todos lo odiaban en secreto.
Manuela Sánchez
I
La llamaron “untuosa” por hablar suave, por moverse lento, por no gritar. Pero era estrategia: su voz acariciaba mientras infiltraba ideas, sus gestos envolvían mientras desarmaba. No era sumisa, era aceite en bisagra vieja: la abría entera, sin ruido, hasta que chirriaban ellos.
II
Untuosa era la crema que su madre le extendía cada noche en las piernas cansadas. No curaba el mundo, pero aliviaba lo vivido. Entre manos tibias y olor a romero, aprendió que el cuidado también era herencia, y que resistir podía empezar por algo tan suave.
III
Unidas por lo que no se ve,
Nutriendo la rabia con ternura,
Tejemos con hilo de dudas y certezas,
Una red que no pide permiso,
Oscilando entre el grito y el susurro,
Somos cuerpo, causa y consuelo,
Aunque el mundo nos prefiera quietas.
Anita
Una tostada con una untuosa zurrapita de lomo… ¡Ponme una entera, camarero!
Ángel Salgado I
Cruzar un paso de peatones en un día de lluvia, resbalar como si estuviera pintado con aceite…
Ángel Salgado II
Deslizarme por tu cuerpo quiero,
patinar, lentamente, con esmero.
Empalagarme de tu cuerpo entero
hasta empaparme de tu salado suero.
Ángel Salgado III
Sola en la sala de cine, como en un pase privado. Al girar a la derecha percibió una mirada perturbadora. El encantó se quebró, le entró el pánico y cuando encendieron las luces, no había nadie. Nos lo contaba aterrorizada. “Todo por ir al cine de tres dimensiones” dijo Alberto.
Calila
Caminar pensando en su mirada, mientras camino siguiendo la suya.
Ángel Salgado I
Hay miradas que dicen, hay miradas que hablan. Algunas hasta enamoran y luego hay otras que te dejan sin palabras.
Ángel Salgado II
Necesito cerrar los ojos y ver. Mirar en mi oscuridad para encontrar la luz que me devuelva las ganas de volver a mirar. Quizás, sea entonces.
Ángel Salgado III
No digas nada, que duele. No crucemos palabras, no es necesario. Esa mirada se encargó de delatarte. Cuán profunda puede ser y que desgarradora. Aún así, nos fundimos en un abrazo, ese inagotable, el mismo que conservo como eterno…
Patricia Delgado
Aquella mirada tan dulce y tierna, que mi alma atesoraba, hoy se siente tan distante, perdida en la niebla del recuerdo. ¡Qué difícil es dejar ir!
Manuela Sánchez
I
El señor miraba con ternura desde el altar. En la cesta de caramelos, la Virgen parecía sonreír. El monaguillo, con los bolsillos llenos de azúcar, no sabía de dogmas, solo de dulzura y juegos. Su fe era un gesto: compartir hasta el último caramelo sin pedir nada a cambio.
II
Los ojos de Cristo, serenos, se posaban sobre el pequeño que ofrecía caramelos.. En cada caramelo, una infancia intacta: manos pegajosas, pasos torpes, una risa. Ningún sermón enseñaba tanto como ese instante entre la inocencia y el incienso.
Anita
En la cesta del monaguillo, los caramelos brillaban como promesas pequeñas. El Cristo de la Sed, inmóvil y eterno, bajaba la mirada sobre aquel tesoro dulce. No pedía agua: bastaba con aquella inocencia infantil, efímera y sincera, para calmar por un momento la sed del mundo.
Nemesio Laverde
I
La inocencia de aquella bonita monaguilla que, con cara incrédula, y tras darle un caramelo a mi hija, me pregunta para qué hacía esta foto. Eso es la Semana Santa primera.
II
Estampas, caramelos, un canasto,… Sevilla
Juanma García
