Hoy, ¿una vez al año? No hay nada que represente más al pueblo que el flamenco en toda su profundidad, cultura e incultura de una sociedad analfabeta que solo sabían vivir sobreviviendo y contando/cantando esas cositas que son las que llegaban al alma.

Este texto, hoy, en el Día Internacional del Flamenco nos sirve para recordar la efeméride del reconocimiento del Flamenco como Patrocinio Cultural Inmaterial de la Humanidad. De la Humanidad… y lo escribí mientras suenan las voces de Los Hippytanos de Antonio Martín y su homenaje cuasi improvisado en forma de pasodoble al único e inimitable Paco de Lucía.
Pero no puedo dejar pasar este artículo sin nombrar al que muchos llaman el Hijo de Dios del Flamenco, José Monge Cruz, Camarón de la Isla… déjenme de historias superfluas, de prensa amarilla o rosa y déjense llevar por el quejío roto infinito de un prodigio de la naturaleza.
Flamenco, siempre flamenco… envidia de todos los que no pueden expresar su sentir de forma diferente, y solo bastaba una fragua, unas sillas de enea o un escalón como preámbulo de fachadas desconchadas, una botella de anís en un día bueno y unas palmas a compás para olvidar el hambre.
Luego llegaría el negocio asociado y todo en esta vida que desvirtúa la esencia de lo esencial: el sentimiento.
Flamenco, siempre flamenco y en todas sus ramas. Bendito fruto que llevarse al alma del mejor de los árboles posible.
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