Llevaba tantas puertas cerradas, tantas,
que había perdido la cuenta.
Tras tantas cerraduras abiertas, tantas,
sin tener la llave maestra.
Pensó, al ver el portón,
que todo había terminado.
En salir de su error, poco tardó,
al ver que estaba numerado.
Uno, cuatro, nueve. Codificado.
Una nueva prueba enfrente.
Uno, cuatro, nueve. Descifrado.
Otra nueva oportunidad, de frente.
La vida, tras las puertas.
Unos abrían la puerta de Alcalá, otros intentábamos hacer lo propio intentando atinar con la llave del castillo que nos cerraba el paso para avanzar en la guerra… Allá vamos, sin miedo y con coraje, toc toc…
Se abre la muralla…
Deja de aporrear el portón, no hay aldabonazo que la abra. No tienes la llave para abrirla. No está en tu mano, amigo. Abandona, vive y deja de querer tirar la puerta tú solo.
Tú tienes la llave de tu propia felicidad, sin aspavientos ni porrazos. Llevas toda la vida con ella encima y se llama decisión. Atraviésala sin dudar; ahí radica tu don.
¡Tras ese portón está el tesoro!
¡¡Talad el mástil de ese abandonado navío y abrámosla!!
Puuuuum…!!! Puuuum…!!! Y al tercer golpetazo se abrió y ante sus ojos, la libertad.
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