Realmente lo pienso, y no te creas que no duele, pero es así.
Hace ya tiempo que vengo barruntando sobre ello, en los posibles motivos, en las causalidades y todo lo relativo a su origen.
Está claro, que ya me cuesta más, que ya no es como antes que todo fluía de manera más natural. No había ese impasse que ahora me acompaña siempre, aunque sea breve, pero antes no estaba.
La facilidad va disminuyendo y si bien es cierto que al final sale, con mayor o menor acierto, nada es como antes. Todo es más breve, aunque intento que sea más intenso.
Recuerdo, que en el pasado, me sentaba en un banco, al sol, a la sombra, lloviendo o nevando. Cogía la bicicleta, esperaba un tren o volaba entre países y siempre estaba, siempre surgía. Con el alma empapada, que fácil era.
Los días y sus noches fueron pasando y todo se fue complicando. La vuelta, la huída, el empezar de nuevo. Los horarios, las rutinas y hasta yo fuimos cambiando . Aunque las cosas son las que cambian mientras nosotros solo evolucionamos, o tratamos de hacerlo.
Ahora, me encuentro bien contigo, me apetece quedar y vernos. No me supone un esfuerzo y hasta me reconforta. Pero no es como antes y, como he dicho antes, duele. Mi soledad se quedó sin su locura.
Quizás es porque llegaron otros y hasta jugaron contigo. Luego se fueron, y yo siempre intenté estar, y sin estarlo estaba y tú estabas sin estar.
Duele porque al final nunca fuiste solo un pasatiempo, aunque lo fueras. Nunca fuiste solo un momento más, sino el momento en cada momento. Y ahora eres una parte más del todo. Que no está mal, pero no es lo mismo.
Me alegro que, por lo menos, ya no haya distancia entre nosotros, que ya vuelva a haber química de nuevo.
Del resto, me seguiré encargando, aunque ya sabes, que un día me olvidé de volver a prometer.
Porque aunque duela, no sé decirte que no.
No hace mucho alguien me dio unos polvitos blancos y casi iba a decir que sí; pero dije no.