Aun cuando el penúltimo lazo estábamos abriendo y con ese regusto en la boca de un buen roscón de reyes el reloj volvía a latir, nuevamente, con la ilusión del que está deseando despertar y abrir sus regalos.
En esta ocasión, el regalo llegaba de Zaragoza. SSMM los jugadores del Sevilla nos volvían a ofrecer una nueva victoria. Tal vez Baltasar tenga algo que ver en ello…
Saltábamos a la mítica Romareda con un equipo plagado de titulares para no tontear demasiado que las eliminatorias pasan, los rivales van cayendo y ya estamos en el bombo de Octavos.
Julen Lopetegui sacaba en portería a Dmitrovic tras la marcha de Bono con su selección, por lo que a día de hoy, jugaba nuestro portero titular. Porterazo titular. En defensa, garantía plena: Montiel, Kounde que regresaba, Diego Carlos y Augustinsson; en el centro, Gudelj, Rakitic y Papu y arriba, Óscar tirado a banda izquierda, Iván Romero que repite titularidad y un inconmensurable Ocampos.
Partido trampa ante un ilustre de nuestro fútbol demasiado venido a menos pero que podría ser un incordio si no afrontas el partido con seriedad. Y de eso a este Sevilla le sobra.
Sin Fernando y Delaney, puntales en el centro del campo y apoyo increíble de nuestra defensa, la pareja de centrales se convertían en fundamental para detener el juego ofensivo de un equipo, inferior al nuestro, pero…
Como siempre, o casi siempre, un partido sin grandes aventuras en ataque, con control del encuentro y a un ritmo reconocible llegamos al minuto 31 donde Kounde se saca un derechazo cruzado, digno de los grandes peloteros para poner el 0-1 con un golazo que más que un gol, fue una losa para el Zaragoza que agachó los brazos y pareció dar la contienda por concluida.
El partido iba y venía sin peligro alguno, entre habas, regalitos, nata y fruta escarchada, siempre ROJA.
Saltó al terreno de juego Oliver Torres para demostrar que puede y debe tener más minutos en este equipo y en la misma ventana saltó al campo el Huevo, el gladiador del equipo, el que desde su banda izquierda insufla aire, garra, carácter y mucho fútbol al equipo, sea quien sea el rival que tenga delante. Y a los tres minutos, gol de Rafa Mir que había dado descanso al canterano al iniciar la segunda parte para sentenciar definitivamente el partido y regalarnos un pase a la siguiente ronda, sin sobresaltos y brindando con mucha Magia tras un pase magistral de Ocampos que lo deja solo ante el portero y define al palo corto con gran templanza.
Se acaban los días mágicos del año para la Humanidad y mientras los sevillistas seguimos soñando despiertos con un equipo que sigue sin enamorar futbolísticamente pero que gana y gana y gana y gana y gana y gana,…
PD: Gracias Majestad por tanto.