¿A qué huelen las nubes?
Me quedo a cuadros cuando lo escucho tras una publicidad que ha inventado algún tarado sin más conocimiento de que la regla es un don divino y agradable.
Las nubes no huelen, carajote, dedicate a otra cosa y deja de ponernos a las mujeres de gilipollas.
Cayó la noche y el cielo dibuja un mullidito algodón de azúcar que se sostiene aportándole un aspecto eterno a la imagen.
Una farola parece encender la llama si que se esfume el momento.
Reflexiones nocturnas.
Entre todo lo oscuro que ves, al fondo, hay claridad. Confía en ella, búscala.
Escondida te hallas, a escondidas te busco a altas horas de la madrugada.
Unas nubes te dan cobijo, te arrullan, te miman, te protegen. Mientras, camino por las calles y mil y una vez como compañera te elijo.
Tras la tormenta llega la calma, y el cielo se abre en dos para mirarte. No te escondas tras la ventana, aún así conseguirá encontrarte, no hay esquina, no hay cobijo que su grandeza evite… Se alejan ya los tambores, corren sin descanso para hablarte. Cierra los ojos y descansa, seguirán su camino al horizonte.
De algodón dulce, se pinta el cielo.
Tú, no te asustes, no tengas miedo.
De miradas ocultas, son solo celos.
Tú, disimula, que es cosa de ellos.
De saber estar, sin complejo de serlo.
Tú, cabeza alta, para todo verlo.
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