
Anoche, el Sevilla FC vivió su propio Viernes de Dolores. En un Mestalla encendido y con aroma a partido grande, el conjunto que entrena García Pimienta no logró conjurar sus demonios y cayó por 1-0 ante un Valencia CF que supo golpear en el momento justo. Fue una derrota que dolió más de lo normal: el equipo necesitaba sumar, necesitaba creer, necesitaba resucitar… pero volvió a naufragar.
El ambiente en Mestalla era eléctrico desde antes del pitido inicial, y el conjunto ché encontró la forma de romper la telaraña nervionense. En el minuto 49, Javi Guerra, desde el suelo, consiguió un disparo duro al palo largo que sorprendió a Nyland. El tanto fue un jarro de agua fría para los de García Pimienta, que habían salido en la primera parte con intenciones de dominar pero mostraron, una vez más, una fragilidad defensiva que ya empieza a ser rutina, en una segunda parte digna de estudio porque no se puede hacer peor nada, ni el sistema, ni los jugadores, ni la intención, ni los cambios,…
El Sevilla, herido, intentó mínimamente algún acercamiento. Sin embargo, cada intento moría en la orilla.
La imagen del equipo volvió a ser la de un grupo desorientado, sin identidad clara y con más dudas que certezas. A falta de pocas jornadas para el final de La Liga, la amenaza del descenso ya no es un fantasma, sino una figura tangible que ronda por Nervión con demasiada frecuencia.
Y así, en una noche que coincidía con el arranque del recogimiento sevillano, el Sevilla FC dejó a su afición sumida en el lamento. Ayer fue Viernes de Dolores y el fútbol, como tantas veces, se encargó de recordarnos que el sufrimiento no siempre es metafórico.
Las Palmas de García Pimienta de la temporada pasada, a estas alturas tenía un punto más (37) y estuvo 14 jornadas seguidas sin ganar un partido.
Ahora toca mirar al frente, aunque cueste. Porque si algo caracteriza a este escudo, es que ha sabido resurgir cuando parecía condenado. Pero hay que hacerlo ya. Porque el calendario no espera. Y el tiempo, en la lucha por la permanencia, es un enemigo implacable.
